viernes, 2 de enero de 2015

El Juego De La Sangre Y La Nieve (Parte 7)

Noche tras noche el número de desaparecidos aumentaba debido a los raptos nocturnos encabezados por los vampiros. Poner un pie fuera de sus viviendas aparentes seguras después de la hora de queda significaba ser drenado por dos aguja tan gruesas como un dedo mientras los último soplo de vida se escapara en un abrir y cerrar de ojos, para luego ser descuartizados y quemados hasta ser no más que un monto de cenizas al amanecer, porque ser convertidos en Hijos de la noche o sirvientes no era un honor que los vampiros estaban dispuestos a otorgar a los habitantes del reino Helado. En todo historia hay excepciones, y la hermosa Carrie Glession era una. Sus ojos azules eran ahora de un escarlata opaco y su alimentación constaba de carne cruda al no ser un vampiro pura sangre sino una humana convertida.

Desde la tarde del día anterior Carrie esperaba al Conde Damion cerca de la frontera; durante todo la noche se pase por toda la pradera pensando en que le diría al vampiro a su llegada pero cuando comenzó a salir el sol su preocupación fue en aumento, se consolaba con no escuchar los cañonazos de victoria que acostumbraban a sonar en el castillo cuando ocurría algo grande, como la captura del enemigo. Al especular como fue descubierto el Conde entrando a los aposentos de la reina y ser rodeado momentariamente hasta que por fin logro escabullirse al bosque que rodeaba el castillo, herido y a punto de ser alcanzado por el sol se habría escabullido a una cueva cercana.

-Imposible. Él es más astuto que eso.

Se estaba diciendo cuando lo diviso saliendo de entre los árboles. Sin pensarlo dos veces se echó a correr a su encuentro como una niña que espera con ansias la llegada de su amado padre a la casa después de un largo viaje; desaparecieron sus preocupaciones en el viento mientras el alivio inundaba su pecho, la alegría nublaba su visión que cuando se acercó lo suficiente fue abarrotada de objetos y tela, perdiendo el equilibrio por un momento. Su cerebro no proceso rápido el sin fin de detalles que se hicieron sentir en los primeros segundos de su encuentro: La sonrisa burlona, los mortíferos ojos rubís centelleantes, el desordenado cabello negro, y sobre todo la seductora visión de su pecho desnudo; fue cuando vio la capa de cuero negro entre la avalancha de cosas que se dio cuenta de las escasa prendas de vestir que portaba el recién llegado. Trato de seguirle sin que se le cayera nada de su recién adquirida carga, a pesar que el paso de él estaba acelerado, era desconcertador la euforia que se desprendía del vampiro. No hubo respuesta a las sucesivas preguntas de Carrie  hasta que él paro en seco y volviendo su mirada en su dirección hizo un gesto de desaprobación. La ex humana sintió un escalofrió que recorrió todo su cuerpo, recordó lo peligroso que era hacer molesta al Conde, un detalle que era preciso recordar si estabas bajo su protección, quedo pues, paralizada dejando caer una hermosa navaja de cristal del montículo.

-Lo-sien-to… no… debí preguntar nada.- Trato de decir la joven.

El vampiro la observo por unos instantes; su atención pronto fue dirigida al objeto en los pies de Carrie. Lo tomo reconociéndolo con solo mirarlo, se trataba de una de las armas de la reina que se mezcló con sus cosas al ser apresuradamente recogidas en el alboroto. La pasó por sus dedos probando la hoja; era muy filosa, tanto que podría cortar un cabello al ser tirado sobre ella. Al liberarse de la temida mirada escarlata la joven pudo ver la navaja entre las blancas manos de su amo. Un gemido de sorpresa se escapó de sus labios.

-¡Pero si es una Estalagmita!

-¿Una Estalagmita?

-¡Es una daga de la realeza! Solo los miembros de la realeza del reino Helado las pueden poseer porque tiene poderes. Aunque muchos afirman que es porque su hoja está hecha de diamante, una puñalada con ella seria mortífera.

-¿Cómo sabes que es una Estalagmita y no un daga de la guardia real? Sus armas son iguales, he visto muchas de ellas.

-Con el debido respeto que se merece Amo,- Se trató de explicar la joven bajando la mirada al brillo de la hoja.- pero no es un arma que podría usar un guardia real. Tal vez podrán aparentar ser iguales, pero solo los de la realeza tiene un mango de plata con grabado en espiral y pequeñas espinas de diamante en la base como esa. Aquellos que no sean de cuna de oro son cortados por la misma Estalagmita al tratar de usarla, de ella salen un veneno tan potente que recorre el cuerpo congelando todo a su paso, antes que caigas al suelo ya habrá muerto el portador.

La mente Carrie la llevo a los recuerdos donde se encontraba ella limpiando el salón de armas real, en varias oportunidades pudo escuchar sobre las Estalagmitas como arma predilecta de los reyes de antaño, o como vengadoras de la sangre real. Los guardias reales no se atrevían a siquiera probarla desde que un landronsuelo cayó muerto y frío después de robar una, se pensó que la utilizo para herir a alguien pero nunca se encontraron testigos. Por su parte Damion observaba con indiferencia la Estalagmita, aunque le resultaba hermosa y peligrosa al mismo tiempo, las advertencias que le daban de ella eran catastróficas; ciertamente no podía tomar a la ligera semejante objeto. Decidió entonces conservarla y esconderla bien, por si lo que le contaba su sierva era cierto. Ya encontraría tarde o temprano un uso para ella, tal vez en algún plan donde implicara alta traición, cuando los fieles seguidores de Sure se revelaran. Nada mal. Pensó pero seguiría por ahora con el plan del corazón de hielo. No sabía si funcionaria como lo esperaba pero al menos se divertiría en el proceso. Oculto la Estalagmita en la capa de cuero negro y prosiguió su camino recordándole a Carrie que no le contara lo sucedió a nadie, advertencia que estaba de mas ya que la joven le era completamente adicta incluso antes de decidir convertirla en su sirvienta.

El camino proporciono un ambiente fructífero para el pensamiento individual, los rayos del sol no traspasaban la gran masa verdosa cubierta por la nieve, los sinuosos arboles ocultaban el camino trazado por los vampiros, y el rey silencio armonizaba con el viento. La cabeza del Conde ere una secuencia bizarra de estrategias y escenas de la Reina bañada en sangre, solo una imagen estropea todas las demás: La reina en la ventana constatada con los rayos del sol naciente dando la visión fantástica de un hermosa criatura, su larga cabellera blanca caía en cascada sobre sus hombros y espalda, y la ligera brisa movía sutilmente la fina seda que la cubría, solo una cosa devolvía la visión a la realidad, Un señor fruncido ¿Por qué esa expresión? El Conde no se quiso parar en ese detalle porque la imagen le producía una extraña ansiedad. Mostrar debilidad ante el enemigo era un error. La sola idea lo hizo romper varias ramas en el camino.

En otro orden de idea, el Conde gozaba no solo la juventud duradera sino de un porte digno de un dios griego, y con un liderazgo de oro. La admiración de su sierva aumentaba cada vez que le veía, y ahora era uno de esos momentos; los negros cabellos caían en sus hombros rozando la pálida piel, recorrió con mirada tímida su amplia espalda donde perdía su visión en el borde de los pantalones caídos, así que se deleitó con las fuerte manos y los robustos nudillos, al subir por su antebrazo se alarmo al ver un sarpullido que se extendía hasta más arriba del codo.

-¡Amo, su brazo!

-¿Qué? – Instintivamente se inspecciono ambos brazos descubriendo la herida dejada por el sol.- Esto, solo es algo trivial.

-¿Cómo decir semejante cosa de una herida tan horrible? Déjame atenderlo, sino se pondrá peor.


La mano ya empezaba a sanar, aunque tuvo que admitir que estaba hace unos momentos mucho peor de lo que se veía. Carrei intentó convencerlo de dejarse tratar la herida argumentando que si sus seguidores lo veían así se preocuparían, el conde no le presto atención y siguió su caminata. La sirvienta trato de seguirle el paso con dificultad.

-Amo, solo digo que no se cura rápido por haber hecho espionaje desde ayer, el agotamiento sera un factor desfavorable en su pronta recuperación ¿Cuando fue la ultima vez que se alimento?

El comentario no paso desapercibido, el solo mencionar el régimen alimenticio le seco la garganta, por un momento pensó cuando modio a Sure, fue paradójico que un ser que según no tiene corazón sangre y aun mas extraño que esa corra fría por su cuerpo.

-Bien - Susurro mordazmente- si tanto te preocupa lo que me pase.

-Claro que me preocupa su bienestar Amo...

-No interrumpas pequeña a alguien que tiene mayor importancia que tu.- para Carrie el conde estaba a diez paso de ella dándole la espalda y un segundo después su cintura era rodeado por los desnudos brazos color marfil y su hombro estaba descubierto revelando el pulso yugular- ¿Ahora estas asustada pequeña?- Sin esperar una verdadera respuesta hizo correr la sangre en su garganta, calmando el ardor, no era especialmente delicado al hacerlo y hoy no tenia la paciencia suficiente para hacerlo, aferro mas las manos al delicado cuerpo para sentir no solo el calor por su boca imaginando que si la sangra fría y el dulce gemido de Sure lo fuera distraído en aquel momento algo como esto fuera pasado.

Por un momento el cuerpo de Carrei era un pedazo de piedra labrada, y al sentir la presión de las fuerte manos en su espalda el escalofriar la hizo estremecerse y cerrar los ojos; sintió el contacto de sus dientes por un momento, y como cada vez que esta situación sucedía, se enfoco el el tacto de los labios en su cuello, en lo cercano de sus cuerpos y en el hecho de que le estaba ayudando a él en vez de estar siendo utilizada como comida de primera mano. Sintió su rostro arder, pensó que tal vez sus mejillas estaban rojas pero era difícil saberlo.

-No Amo- Trato de decir- solo un poco sorprendida.

Él se retiro con mas gentiliza volviendole a cubrir el hombro ahora herido, solo se veía una gota de sangre en su labio inferior, nunca desperdicia nada y su método era limpio. Al verlo Carrei noto lo brillante de su mirada y la completa disolución de la herida.

-Apresúrate antes que caiga el sol. Los guardias reales aun hacen rondas por este lugar.

-Si, Amo.

Desapareció entre los arboles, la sangre lo lleno de vitalidad a tal punto que no le fue necesario convertirse en murciélago para volar por los aires. Al verlo llegar al campamento de los vampiros Marcus fue el primero en reportarle lo ultimo en su ausencia, al ingresar en el salón de estrategias ya habia terminado de reporta los hechos menores cuando Sevastian apareció, al ver el aspecto de su superior elevo una gruesa ceja negra.

-¿Me perdí de algún evento trascendental por la cual la gente se esta deshaciendo de sus prendas?


-Déjanos Marcus.

Con una reverencia se despidió para luego desaparecer detrás de el recién llegado. Una vez solos Damion le lanzo un pedazo de pergamino, mientras Sevastian lo desdoblaba el otro se vestía con un abrió que estaba en un perchero.

-¿Estas seguro que esta información es confiable?

-¿Dudas de tu propio hermano?

-Te confieso que es un pensamiento esporádico.

Damion sonrió, le gustaba la sinceridad de su hermano menor.

-Hasta ahora esos tres puntos son los mas débiles del reino, y también los mas cerca del castillo. Podre infiltrar un grupo en cada una equilibraba...

-A una hazaña arriesgada.

-No es como sino hubiera pensando en lo eminente, estos son los mas factibles.

-¿Cuando comenzaríamos?

-Pronto

Sevastian le dedico una amplia mirada antes de responder.

-¿Qué es exactamente lo que esperamos?

-Que la Reina no este en el castillo. Ciertamente sus soldados son prodigiosos pero ella daría su vida por ellos, y como dicen los habitantes: "Ella es una diosa de hielo milagrosa"

-¿Eso que escucho es admiración?

-No subestimar al enemigo es una buena jugada.

-Dudo que ha eso te estabas refiriendo con tal alago. Sonó mas a un admirador que a un oponente que planea robarle el reino de hielo.

-Deberías medir tus palabras, antes que se vuelvan en tu contra. Ya puede marcharte, necesito descansar.

-La recolección de información es agotadora ¿he?

No hubo respuesta; ya apunto de marchase Sevastian se debuto.

-¿Ahora que?- Dijo malhumorado Damion recostado al gran sillón al sentir todavía a su hermano.

-Quería preguntarte sobre la aquella noche donde Cristian desapareció. Tu dijiste que no lo salvaste, que lo había hecho alguien mas, quería saber quien fue.

Una sola imagen lleno los parpados cerrados de Damion: Una persona con traje oscuro y cabello blanco blandiendo su espada en su dirección con un pequeño niño en brazos y un fondo de noche ardiendo en llamas. Una pulsada de culpa le atravesó la garganta.

-No vi quien era. Cuando llegue había desaparecido entre los arboles, lo se por el olor.

-¿Como sabes que era su salvador en ves de su raptor?

-Solo lo se.

Al ver que eso era todo lo que iba a conseguir se fue. Realmente no podía decir la verdad sin quedar como un estúpido que perdió una gran oportunidad de acabar con la guerra con un simple ataque.




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