Era una mañana cálida, los pájaros cantaban y el dulce arrullo del río refrescaba al Conde al pasar cerca de el. Era el acostumbrado paseo matutino a caballo, todo era tranquilo y sereno que tanto disfrutaba. Bajo de su caballo para beber agua, mientras refrescaba su garganta un ligero sonido llamó su atención; al otro lado del río una joven lo miraba fijamente, sentada en una roca metía los dedos en el río; cualquier mujer podría envidiar a la joven desconocida, su piel canela brillaba con el sol, la oscura cabellera descendía hasta su cadera y en su rostro angelical se encontraba los mas hermosos ojos de un esmeralda hipnotizador. El Conde pensó que estaba en un sueño por que mujeres de ese estirpe no eran frecuentes de encontrar.
La joven sonrío sin que la alegría llenara sus ojos fríos, se levanto y se dirigió a donde estaba él; a cada paso que daba sobre el agua pequeños remolinos se formaban para segundos después de su paso desaparecer, antes de notar esto ya el Conde se disponía a detenerla pensando que se hundiría en lo profundo del río, aun tenia la mano extendida cuando se detuvo al ver como avanzaba tranquilamente pisando la superficie del agua mientras el viento revoloteaba su cabello; al detenerse frente a él estiro su esbelta mano y tomo la de él, hizo la mas graciosa reverencia y dijo:
-Luna .– Levanto su mirada y sonrío- Mi nombre es Luna, es un placer conocerle Conde Millen.
Él palideció ante la pronunciación de su propio nombre, aun así él la guío hasta tierra pensando que en cualquier momento podría hundirse o desaparecer con el viento.
-¿Me conoces?
-Por supuesto. - Su sonrisa se hizo mas sincera.- Pero tu no me conoces.
-¿De donde eres?
-En estos momentos no importa de donde soy sino a donde voy, Conde.
-¿Y si no es mucha impertinencia de mi parte podría saber a donde se dirige?
-No estoy segura donde esta, pero se que es usted quien me va a llevar allá.
La respuesta desconcertó al Conde. Le pregunto si tenia a donde ir a la cual ella le contesto con solo un movimiento negativo de cabeza; trato de muchas forma sacar alguna información que le ayudara a saber quieren ella, pero sus esfuerzos eran en vano, nada de lo que ella decía le ayudaba a resolver el enigma. Su belleza también lo intrigaba. Al fina decidió acogerla en su hogar hasta saber que hacer, decisión que mas tarde se cuestionaría ya que Luna, como su apariencia mostraba, parecía sacada de un cuento de hadas, pero ¿Quien lo sabría que esta aparente desconocida le robaría el corazón al Conde Millen?
Al presentarla en su hogar como una joven forastera que tendría una estadía temporal entre los Millen muchos fueron que aceptaron la decisión del jefe de la casa; la joven tan bien dotada era objeto de elogios desde su caminar hasta su aptitud, pero como en todo hogar es difícil ser un desconocido recién llegado sin ganarte enemistades de gratis por el simple hecho de no nombrar tu pasado o linaje, Luna se convirtió en el catalizador de los desconfianza innata de la Sra. Millen. Cuestiona la decisión imprudente de su hijo alegando que no se puede confiar en gitanos.
-Ella no es una gitana madre. - Contradijo el hijo a la madre que se empeñaba en sacar de sus territorio a la recién llegada.- Además es mi decisión dejarla quedarse.
-Entonces, sino es una gitana ¿Que es?
La Sra. Millen no tenia ni idea de que su pregunta era la correspondiente a pesar que no recibió una respuesta por ella, el Conde defendió su decisión sin exhibir la razones por cual lo hacia ya que encontró prudente ocultar que su invitada podía caminar sobre el agua.
Y así comenzó la historia de la chica de los ojos esmeralda...

