La mansión siempre en
orden y con olor a madera pulida con azafranes era testigo de una
escena singular. Mientras los sirvientes tenían su momento de
descanso y los dueños paseaban por la ciudad.
En la sala de estar se encontraba Luna entretenía en su lectura, su cabello que siempre lo llevaba suelto estaba recogido en una gruesa trenza que dejaba apreciar su cuello. Un aire de sublime serenidad la rodeaba y llenaba la sala, un ambiente perfecto para dejar los pensamientos cotidianos volverse dulces sueño. Luna nunca permitía que los sirvientes la tratan como alguien superior a ellos y en varias ocasiones los defendió de los abusos de Amber Millen quien los utilizaba como trapo por capricho. Actitud que reprochaba a la Sra. Millen el mismo Conde.
En la sala de estar se encontraba Luna entretenía en su lectura, su cabello que siempre lo llevaba suelto estaba recogido en una gruesa trenza que dejaba apreciar su cuello. Un aire de sublime serenidad la rodeaba y llenaba la sala, un ambiente perfecto para dejar los pensamientos cotidianos volverse dulces sueño. Luna nunca permitía que los sirvientes la tratan como alguien superior a ellos y en varias ocasiones los defendió de los abusos de Amber Millen quien los utilizaba como trapo por capricho. Actitud que reprochaba a la Sra. Millen el mismo Conde.
-Amber debe aprende a
pedir las cosas, no importa si es un sirviente o no.- Afirmaba el
Conde en una de esa ocasiones.
-¿Y desde cuando eso es
ley en esta casa? Es solo servidumbre que están para servir, no
deberían esperar un trato especial. Esa mujer te esta metiendo cosas
raras en la cabeza; un día de estos se revelaran contra nosotros.
-Si eso sucede Sra.
Millen – Respondió Luna mientras terminaba de limpiar la mano de
una cocinera que se había quemado con el pay de manzana que Amber le
arrojo debido que ella quería era de durazno en vez de el de
manzana.- No sera porque yo les diga algo, sino por el trato que le
dan usted y la señorita Millen.
-¡Como te atreves a
decir semejante cosa muchacha insolente!
-No he dicho nada que no
sea mas que la verdad. Solo un corazón de piedra podría tratar a un
ser humano como un animal sin valor.
La Sra. Millen roja hasta
las orejas perdió la paciencia, y antes de poder regañar a la joven, su hijo ya estaba entre las dos. No aprobaba semejante trato con
nadie y mucho menos con Luna. La joven no había volteado en ningún
momento pero sabia de sobra que la Sra. Millen se encolerizo aun más,
que el rostro del Conde era una fortaleza de seriedad y que con la
miraba le indicaba a su madre que si continuaba con lo que pretendía
él tomaría represarías contra ella; la pobre cocinera palideció
ante la situación, hecho un vistazo a quien le trataba sus
quemaduras quedando espantada por la serenidad de su enfermera la
cual no paresia mutarse por el desarrollo del drama. La Sra. Millen
frunció el ceño para luego desaparecer por la puerta de la cocina.
Fue una pequeña pelea que gano la joven debido a su amado protector.
Los pensamientos del
Conde volvieron al presente donde el objeto de su admiración estaba
sentada sola leyendo; se volvió a debatir si interrumpirla o no. Ella río, aun que él no
lo notara la joven lectora estaba mas que consiente de su presencia,
sobre todo estaba al tanto del pequeño dilema del Conde. Este ultimo
se decidió a entra. Al sentir sus pasos la lectora cerro su libro y
lo recibió con una tímida sonrisa.
-Disculpe si he
interrumpido su lectura.
-No debe disculparse, ya he terminado por hoy. Hace un tiempo magnifico ¿Por que usted no
acompaño a su familia a la ciudad?
-No me apetecía. También
podría peguntar lo mismo a usted ¿Que hace una joven encerrada en un
día tan hermoso?
-No me apetecía salir,
ademas.- Dijo levantando su rostro. Atrapando la mirada del Conde
continuo con melancolía- quería saber que le sucedería a el
protagonista cuando su amante se entere que no es humana.
Como buen entendedor el
Conde callo a semejante respuesta. El Conde sentía ese cosquilleo de
miedo y adrenalina que emergí al saber que se aproximaba una
situación peligrosa debido a sus propias decisiones; sabia que ella
no podía ser humana y que le traería grandes problemas por protegerla, pero no le importaba, el tan solo estar tan cerca de ella lo llenaba
de diversas emociones que poco podía describir. Tomo la delicada mano
de ella entre las suyas y se acerco tanto que ambos podían sentir el
aliento del otro.
-¿Crees que podrán estar
juntos después de que el se entere de su secreto?- pregunto él.
Ella aparto su mano de
las de él para apartar un mechón de cabello que le caía en el rostro, el roce de sus dedos por mas superficial que fuera produjo en la piel de él un cosquilleo cálido. Un auto aparco frente
a la puerta principal de la mansión; ya se imaginaba quienes eran. Rápidamente Luna
cambio el tema, aparentaba estar animada pero solo no quería demostrar a
ningún curioso lo que realmente pasaba en ese momento en la sala de
estar.
Los azafranes que adornaban la mesita donde la joven había depositado el libro fueron testigo de aquel momento, pero jamas lo mencionaran ni admitirán tal comienzo de o que sera una singular amistad. La puerta principal se oyó abrir y seguidamente se escucho el cuchicheo de los recién llegados.
Los azafranes que adornaban la mesita donde la joven había depositado el libro fueron testigo de aquel momento, pero jamas lo mencionaran ni admitirán tal comienzo de o que sera una singular amistad. La puerta principal se oyó abrir y seguidamente se escucho el cuchicheo de los recién llegados.
-Querido ¿Que hacéis? -
Pregunto la Sra. Millen al entrar en la sala de estar.