jueves, 24 de abril de 2014

La Primera Hoja (Capitulo II)

La mansión siempre en orden y con olor a madera pulida con azafranes era testigo de una escena singular. Mientras los sirvientes tenían su momento de descanso y los dueños paseaban por la ciudad.

En la sala de estar se encontraba Luna entretenía en su lectura, su cabello que siempre lo llevaba suelto estaba recogido en una gruesa trenza que dejaba apreciar su cuello. Un aire de sublime serenidad la rodeaba y llenaba la sala, un ambiente perfecto para dejar los pensamientos cotidianos volverse dulces sueño. Luna nunca permitía que los sirvientes la tratan como alguien superior a ellos y en varias ocasiones los defendió de los abusos de Amber Millen quien los utilizaba como trapo por capricho. Actitud que reprochaba a la Sra. Millen el mismo Conde.

-Amber debe aprende a pedir las cosas, no importa si es un sirviente o no.- Afirmaba el Conde en una de esa ocasiones.

-¿Y desde cuando eso es ley en esta casa? Es solo servidumbre que están para servir, no deberían esperar un trato especial. Esa mujer te esta metiendo cosas raras en la cabeza; un día de estos se revelaran contra nosotros.

-Si eso sucede Sra. Millen – Respondió Luna mientras terminaba de limpiar la mano de una cocinera que se había quemado con el pay de manzana que Amber le arrojo debido que ella quería era de durazno en vez de el de manzana.- No sera porque yo les diga algo, sino por el trato que le dan usted y la señorita Millen.

-¡Como te atreves a decir semejante cosa muchacha insolente!

-No he dicho nada que no sea mas que la verdad. Solo un corazón de piedra podría tratar a un ser humano como un animal sin valor.

La Sra. Millen roja hasta las orejas perdió la paciencia, y antes de poder regañar a la joven, su hijo ya estaba entre las dos. No aprobaba semejante trato con nadie y mucho menos con Luna. La joven no había volteado en ningún momento pero sabia de sobra que la Sra. Millen se encolerizo aun más, que el rostro del Conde era una fortaleza de seriedad y que con la miraba le indicaba a su madre que si continuaba con lo que pretendía él tomaría represarías contra ella; la pobre cocinera palideció ante la situación, hecho un vistazo a quien le trataba sus quemaduras quedando espantada por la serenidad de su enfermera la cual no paresia mutarse por el desarrollo del drama. La Sra. Millen frunció el ceño para luego desaparecer por la puerta de la cocina. Fue una pequeña pelea que gano la joven debido a su amado protector.

Los pensamientos del Conde volvieron al presente donde el objeto de su admiración estaba sentada sola leyendo; se volvió a debatir si interrumpirla o no. Ella río, aun que él no lo notara la joven lectora estaba mas que consiente de su presencia, sobre todo estaba al tanto del pequeño dilema del Conde. Este ultimo se decidió a entra. Al sentir sus pasos la lectora cerro su libro y lo recibió con una tímida sonrisa.

-Disculpe si he interrumpido su lectura.

-No debe disculparse, ya he terminado por hoy. Hace un tiempo magnifico ¿Por que usted no acompaño a su familia a la ciudad?

-No me apetecía. También podría peguntar lo mismo a usted ¿Que hace una joven encerrada en un día tan hermoso?

-No me apetecía salir, ademas.- Dijo levantando su rostro. Atrapando la mirada del Conde continuo con melancolía- quería saber que le sucedería a el protagonista cuando su amante se entere que no es humana.

Como buen entendedor el Conde callo a semejante respuesta. El Conde sentía ese cosquilleo de miedo y adrenalina que emergí al saber que se aproximaba una situación peligrosa debido a sus propias decisiones; sabia que ella no podía ser humana y que le traería grandes problemas por protegerla, pero no le importaba, el tan solo estar tan cerca de ella lo llenaba de diversas emociones que poco podía describir. Tomo la delicada mano de ella entre las suyas y se acerco tanto que ambos podían sentir el aliento del otro.

-¿Crees que podrán estar juntos después de que el se entere de su secreto?- pregunto él.

Ella aparto su mano de las de él para apartar un mechón de cabello que le caía en el rostro, el roce de sus dedos por mas superficial que fuera produjo en la piel de él un cosquilleo cálido. Un auto aparco frente a la puerta principal de la mansión; ya se imaginaba quienes eran. Rápidamente Luna cambio el tema, aparentaba estar animada pero solo no quería demostrar a ningún curioso lo que realmente pasaba en ese momento en la sala de estar.

Los azafranes que adornaban la mesita donde la joven había depositado el libro fueron testigo de aquel momento, pero jamas lo mencionaran ni admitirán tal comienzo de o que sera una singular amistad. La puerta principal se oyó abrir y seguidamente se escucho el cuchicheo de los recién llegados.

-Querido ¿Que hacéis? - Pregunto la Sra. Millen al entrar en la sala de estar.

-Solo recitar a Macbeth.


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