lunes, 19 de mayo de 2014

El Juego De La Sangre Y La Nieve (Parte 3)

El día oscuro era nefasto para los habitantes del Reino Helado; que no podían pasear por las calles de cristal sin temor a un ataque de los vampiros, aun así la tranquilidad reinaba gracias a los guardias que se esparcían en los puntos estratégicos de la ciudad. Aun que la tranquilidad de la ciudad no llegaba al palacio donde se desarrollaba una situación peculiar, mientras los sirvientes estaban en lo suyo podían percibir como el aire se tensaba hasta volverse sofocante, llegaron a pensar que estaban en la parte del climas donde todo esta apunto de estallar. Desde los esplendoroso jardines de rosas blancas hasta las mazmorras en la cúpula de la torre mas alta el frió era asfixiante. La razón no era mas que por el estado de humor de la Reina.

Quieta, mortífera y calculadora planificaba con sus capitanes el próximo movimiento para el destierro de los vampiros. Un trabajo complicado ya que lo que tenían los soldados en numero lo compensaba los vampiros en poder; la guerra se agravaba mas con cada batalla haciendo perder vidas inocentes y recursos. Los vampiros querían el Reino Helado por carencia de sol, su inagotable fuente de energía y su complicadas entradas -cosa que les vendrían bien en caso de invasión- La reina siempre se pregunto como lograron ellos encontrar el Reino Helado. Las sugerencias de planes de batallas fueron descartado una por una con un inservible, estúpido, insuficiente, inaceptable como repuesta de la Reina Sure.

- ¿Es que no sabéis que las sanguijuelas esas son inmortales? Una lluvia de ácido no les hará cosquillas. - Declaro la Reina Sure.

Todos se miraron preguntadose porque la Reina no aprobaba ninguna de los planes de batallas, para ellos tenían un 78% de probabilidades de ganar la batalla con ellos sin poner en riesgos la vida de los habitantes del Reina Helado.

- No quiero ganar batallas.- Contesto la Reina al entrelazar sus dedos - Quiero aniquilar de la faz de la tierra a cada miserable chupa sangre. Retírense.

Desconcertados y malhumorados obedecieron. No se le podía complacer a la Reina amenos que implicara regalarle la cabeza del Conde en bandeja de plata, y esto para ellos era por ahora algo imposible. Por lo cual el humor de la Reina no podía ser resuelto por eso; estaba preocupada, con cada día que se invertía en la guerra su pueblo agonizaba por ella. Sus soldados caían uno a uno en cada redada y como si fuera poco estaba sus generales presionándola para hacer lo que ellos querían. La Reina fruncio el ceño cuando dos de ellos se quedaron murmurando en la sala detrás de ella.

- General Frizor, General Creego - Los llamo sin darse la vuelta. - ¿Que os detiene en la sala?

- Mi Reina, he de decir que seria un error no poner las trampas en los alrededores del lado sur- Destaco Frizor. - Es evidente que ellos entran por esa área de la ciudad.

- No solo eso Reina.- Hablo Creego sin esperar su turno.- Recibimos informes de que los habitantes de esa área escuchan cosas extrañas durante las noches y...

La Reina había levantado la mano para indicarle que párese.

- ¿Error? ¿Cosas extrañas? Cuando traigan información verídica yo misma pondré en marcha las cosas. No es un error General Frizor, mis decisiones son la que te han mantenido vivo - Frizor enrojeció al recordar que el intento un asalto sin la autorización de la reina a un área rebelde donde Sure dijo que era perfecta para una emboscada, casi le cuesta la vida sino fuera porque ella llego al lugar y a filo de espada venció sola a los cinco vampiros que permanecieron en el área.- Si la gente escucha cosas extrañas es por que esta asustada General Creego, después de dar falsas alarmas en la zona. No se deje llevar por chisme.- El General Creego frunció el ceño.- Sino van a decir algo trascendental es mejor que no arruinen la poca admiración que siento hacia ustedes. Retírense.

Ambos dieron media vuelta y antes de salir por la gran puesta de caoba escucharon el concejo final de la Reina.

- Espero que la próxima vez que vengan lo hagan con la cabeza del Conde.

El silencio fue mas abrumador, la Reina no podía parar de pensar en su pueblo y imaginarse que mientras ella estaba cómodamente en su castillos muchos de los habitantes tendrían miedo al caer la noche. Suspiro. No podía hacer nada. No esa noche.

Entro a sus aposentos y se derrumbo en el sillón de terciopelo. Pidió o sus sirviente que le llevaran una jarra de vino, luego de un rato pidió otra jarra; las horas pasaban y la mesa de la Reina se llenaba rápidamente de jarras de vino vacía. En la octava jarra la Reina ya actuaba por impulso y no por lógica pero no noto que el sirviente que le traía la novena jarra era diferente al que le llevo la quinta jarra ¿Cuantos sirvientes le habían mandado para llevarle el vino?

- Tu no eres mi sirviente. - Acuso la ebria Reina. El sirviente se tenso, pero no contesto. Si mirarlo la reina sabia su reacción, sonrió por ellos.- Tranquilo, que no te acusare con la Reina Sure. He escuchado que le gusta castigar ella misma a los que profanan los cosas ajenas.

- No sabia eso de la Reina.- le siguió el juego un poco a la deficiencia.- Eso seria un honor, ser ejecutado por la misma Reina. Desafortunadamente yo no tendría ese honor.- Dijo llenandole la copa de vino.

-¿Por que?

-Porque no he profanado nada en mi vida.

-Aun.- Dijo Sure embelesida en el vino de su copa.

-Aun.- Acepto el mozo.

Ella levanto la vista y observo quien le servia. Era un hombre de tez tan pálida como la de un cadáver, con una quijada cuadrada, recta nariz y cejas pobladas; pero eso no era lo que le llamaba la atención ¿Era porque a pesar de ser un sirviente era increíblemente bien parecido? ¿Por que su asentó tenia matices de autoridad sin dejar de ser seductora? ¿O era el hecho de que no emanaba calor como los habitantes normales del Reino Helado? No. Nada de eso era, y aun así todo era sospechoso en él. En el estado que se encontraba Sure tales detalles le atraían. Misterio, sospechas de peligro, y sobre todo lo atrayente del físico. Si era ella, solo que era una parte que no salia a la superficie con frecuencia, o mejor dicho, nunca. Le ordeno que se sentara y la acompañara, él vacilo en la oferta pensando que era una burla.

-Tranquilo.- Dijo indiferentemente.- La Reina no se enterara.

El sonrió. Con calma busco una silla y se coloco delante de ella para cumplir la invitación. Se sorprendió cuando Sure le sirvió un vaso con vino y levanto su copa en su dirección. Ambos miraron la copa en el aire, pensativos como si ver en el contenido de cristal revelara los grandes misterios del universo, o por lo menos las soluciones a sus problemas. La Reina poso sus ojos en el mozo tratando de pensar, pero lo único que se le paso por la mente fue que él no encajaba en su mundo, su cabello oscuro, su ojos atentos, su aire de misterio; era lo que ella necesitaba para olvidarse de todo lo que le rodeaba. Nada en el le era familiar pero le atraía. Ella fingió tomar el vino y volvió a colocar la copa en la mesa.

-¿De donde eres mozo?

-Del lado sur de la ciudad.

-¿Enserio?.- Jugueteo Sure con el borde de su copa.- ¿De que familia provienes?

-De una muy pobre que no tenia como comer.- Al ver que la Reina aun esperaba algo mas continuo su historia.- Los Glession.

-¿Como llegaste ha ser sirviente del castillo?

-Deudas. Mi padre al morir solo eso no dejo. Decidí tratar de ganarme la vida aquí en el castillo.- Miro a Sure por un momento, para luego proseguir.- ¿Sabe guarda secreto?

-Claro. Solo así se puede vivir sin ser condenado.

Él sonrió con amargura.

-He escuchado que la Reina Sure era la mujer mas hermosa que se ha visto.

-Eso dicen.- Respondió amargamente Sure.

-Pero sabes, eso no es cierto- Se acerco mas a ella y en un susurro dijo.- Porque he visto a la Reina y ella no es tan hermosa como usted.

Sure enarco un ceja.

-¿Crees que ella se moleste si se entera?

-Creo que si, por eso le dije que lo guardara en secreto. Tal vez la mande a ejecutar.

Su sonrisa se vuelve traviesa al hacerle señas al mozo para que se siente al lado de ella. Esta vez el no vacila. y ella le comienza a susurrar al oído.

-Sabes. He escuchado que también se profanan el alma de una persona.

-¿Como?.- Pregunto tratando de ocultar su curiosidad.

-Robandole el ultimo aliento.

Antes que él tuviera la oportunidad de ver las intenciones de Sure, sus labios ya estaban en camino de encontrase con los suyos, un frío pero suculento beso sabor a vino. Sin darse cuenta sus dedos se enredaron en la larga y blanca cabellera de ella. Al quedarse sin aliento el trato de alejarse pero ella lo atrajo otra vez hacia ella, una y otra vez, rodando sobre si mismo, cayendo a la alfombra. Un beso intentos, dulces y frió... ¿Frío? Los labios de una persona normal no son frío y ella lo sabia, ya que en todo el reino solo los que poseían sangre real eran hipotermicos debido a sus poderes. Nadie mas podía ser hipotermico a menos que fuera miembro de la familia real del Reino Helado o... vampiro. Sure lo alejo enseguida y vio porque no encajaba. Sus ojo eran de color rojo escarlata, ojos sedientos de sangre mirándola fijamente como si ella fuera la que no encajaba en la situación. Lanzo un gruñido aterrador mientras lo sujeto con firmeza y congelaba los que había debajo de sus manos. Él se logro soltar, desenvainando un cuchillo oculto en su disfraz. La acorralo contra la pared deteniéndola, esperando algo, no sucedió nada. Rió macabramente Sure.

-¿Quien te ha dicho sanguijuela que el veneno podía matarme?

-Este es tu fin.

Volvió a reírse.

-Si vierte el veneno en un vaso de crista, este no se daña. Es igual conmigo sanguijuela.

-Así que lo que he escuchado era cierto.- Sonrió para si mismo.- Tu eres una hermosa estatua de hielo sin corazón.

-Exacto.

Los guardia comenzaron a azotar la puerta del cuarto tratando de abrirla. Se habían dado cuenta del cambio de sirviente, pero no fue has que escucharon el gruñido de la Reina que trataron de entrar al cuarto. Ella miro a la puerta calculando cuanto tiempo le tomaría abrir, lo suficiente para que ella se encargarse del vampiro y congelar su cuerpo.

-Necesitábamos privacidad.- Dijo atrayendo la atención de ella.- Tendrás que conformarte con el tiempo que nos queda así, Mylady.

Al igual que ella hizo anteriormente, él no le dio el tiempo suficiente para darse cuenta de su intención. Sus labios de lleno los de ella. Este beso fue aun mas a apasionado que el que ella le dio, mucho mas quita aliento.

-Tómalo como el rembolso del beso que me robaste.- Susurro el apuesto vampiro entre una leve risa.

Uno de los generales tumbo la puerta de una patada cuando el Conde ya se deslizaba por la amplia ventana abierta.




Parte 2                                                             Parte 4

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