sábado, 21 de junio de 2014

El Juego De La Sangre Y La Nieve (Parte 2)

El valle de la muerte, un lugar sombrío lleno de criaturas monstruosas y laberintos interminables, tan extenso que desaparecía en el horizonte. Sus impresionantes montañas era las mas difíciles de escalar, con pendientes peligrosas, rocas gigantes que se derrumbaban al paso de los exploradores. Era mas fácil perder las esperanzas que trata de siquiera arriesgarse en ellas. Pero las montañas ocultaban un secreto, en su vientre, muy en la profundidad, había un pasadizo que llevaba a otro vallen cercado por las mismas montañas. El valle de hielo, o mejor conocido como el Reino Helado. 

Aparte de la protección de las montañas estaba resguardado por muros de mármol negro, sus calles tapizadas con piedras perfectamente planas rodeaban las casa mas acogedoras de roble y piedra que se halla visto; la plaza llena de arboles y flores blancas eran iluminadas la emanación de una clara luz blanca de los cristales de hielo. Y en el centro del inmenso valle helado se encontraba el fantástico castillo de mármol, piedra y cristal, digno de un cuento.

Los ciudadanos tenían la piel blanca, mejillas y nariz rojas, y los ojos azules. Vivían en paz con la naturaleza y sus cosechas le ayudaba a sustentar la mesa de los hogares. La pobreza era algo raro en aquel reino, ya que las leyes eran basadas en justicia más que en igualdad. Se sentían seguros por la doble protección que los rodeaban; y si algún de las dos fallaba siempre podían contar con la guardia real, comandada por la mismísima Reina Sure. Joven de apariencia y madura de cabeza, era la más hermosa de todo el valle helado. Solo los de sangre real legítimos al trono nacían can el cabello blanco como la nieve, símbolo de tener poderes mágicos.

Semejantes joyas ocultas entre montañas espeluznantes no podía permanece fuera de la vista mas de 2000 años. El rumor de su existencia se extendió en los alrededores pero nadie pudo comprobarlo, los que lo intentaron fallecían en el proceso o por lo menos eso se creía al ver que nunca regresaron del valle de la muerte. Hasta que aquel hombre regreso y fue ingresado en el manicomio afuera de la ciudad. Nadie le creía, excepto el extraño que lo ayudo a fugarse del infierno de piedras y barrotes. John Pierto salió con vida de ambos valles por suerte, suerte que desapareció al decidir aceptar ayudar a Sevastian Gil, Capitán del ejército Vampirico, a llegar al Reino Helado.

El mismo día en que el ejercito Vampirico había encontrado el camino correcto, fue el día de la fiesta de la luna. 

La Reina se paseaba por los amplios pasillos del castillo verificando que todo estuviera en orden para la celebración. Cortinas recogidas, pisos y platería pulida, y sus guardias atentos.

-Nunca ocurre gran cosa durante la fiesta de la luna, pero no esta de más tomar precauciones, brinda seguridad a los habitantes del castillo y sobre todo a los ciudadanos.- Decía la Reina Sure en su recorrido por los establos.- Por cierto Susana ¿Dónde están mis hermanos?

-La princesa esta en su habitación estudiando sus lecciones y el príncipe en el bosque de los ciervos con Yull.

-Nunca cambiara ese bribón. Mi padre siempre decía que el nació bajo la luna, por eso seria un general antes que un rey.

-Con todo el respeto que se mereces Su Majestad, y si me permite el atrevimiento, El príncipe Azu tiene la madera de un líder.

-No estoy diciendo lo contrario Susana. Esto diciendo que el prefiere el campo de batalla que el salón real.

-Si Su Majestad.

No era de extrañarse que la Reina sonriera poco, pero era tan hermosa que poco importaba. Al subir al cuarto de la princesa sus sospechas se confirmaron. La pequeña Ross no estaba, y sus zapatos de caza tampoco.

-La terquedad será de familia. Esa niña ha salido otra vez sin cumplir sus deberes ¡Que horror!

-No te tienes que alarman Susana.- Dijo la Reina al apartar una cortina.- Se donde esta.

Con una mano llamo al guardián que debía estar custodiando la puerta de la princesa Ross. Este enseguida se puso a sus órdenes con una breve reverencia. Las manos le temblaban debido a la culpabilidad de su descuido.

-Si, Su Majestad.

-Ve a buscar a Robet, y dile que si el príncipe y la princesa no esta en el castillo antes de el comienzo de la fiesta de la luna, que ambos se den por mutilados.

Con una exclamación se fue por la puerta, no caminando sino trotando. Susana dio un vistazo por la ventana. Pudo ver una pequeña persona que corría tratando de ser sigilosa con un saco marrón, no lo suficientemente largo para tapar el encaje rosa. Soltó una breve risa. No era la primera vez que la princesa trataba de escabullirse del castillo para ir a la ciudad. Se le daba permiso con la condición que los guardianes fuesen con ella y no durara mas que hasta el crepúsculo. La Reina Sure lo sabia, y por eso le dio tiempo para disfrutar su “huida” antes de volver a ser miembro de la realeza. Ya que nada tenia que hacer hasta la hora del comienzo de la fiesta de la luna.

Decido ver como cazaba su hermano. Cuando bajo su caballo ya estaba listo. Un macho de pelo blanco como ella. No le costo mucho saber donde exactamente estaría el príncipe. La sorpresa que le dio al verla llegar tan silenciosamente como un fantasmas hizo que dispara accidentalmente hacia ella, clavando su flecha en un árbol detrás de Sure después que le rosara el blanco cabello.

-Hay maneras mas sencillo de subir al trono, querido.- Su rostro inmutable era sereno.

-El veneno es un método tan vulgar e inútil. Preferiría mandarte al campo de batalla y dar la orden de que no regreses con vida. Como capitán no seria gran problema - Rió suavemente el joven príncipe.

-Seria un buen plan.- Dijo Sure al bajarse de su corcel.- Sino fuera la guerrera más hábil que tiene el reino.

-¿Por que no me dejas pensar en otra estrategia mejor mientras cazo?

Una leve sonrisa se dibujo en los pálidos labios de la Reina.

-Solo si lo haces antes del crepúsculo.

La sonrisa de Azu desapareció. Le gustaba estar con su hermana en el bosque cazando, era el único momento en que podían ser hermanos y no miembros de la familia real. Apunto otra flecha a un ave que pasaba por los arboles, se imagino como la vida podía ser si no fueran un Pittogeme. Derivo al ave con un limpio disparo en el ojo.

En la plaza de la ciudad la pequeña Ross se paseaba por los distintos puesto que habían colocado para la fiesta. Aunque faltaba todavía para el crepúsculo ella podía imaginarse como se vería cuando su hermana diera la señal del comienzo de la fiesta. Las trompetas sonarían, los bailes comenzarían y la gente se divertiría en la calles de la ciudad. Todos debían aportar algo a la celebración aunque sea mano de obra. Se pondrían a la venta mucha comida y bebidas. Pero lo que esperaban como más ansias los ciudadanos es que los miembros de la familia real se unirían a ellos en los bailes. Claro, que gran parte de los gastos eran hechos por el castillo, eso no quitaba lo pintoresco de la celebración.

-Aquí estas Ross. Te he estado buscando por todos lados, la Reina me va a matar si no regresas…

-Antes del crepúsculo, lo se Robet.- Lo interrumpió.- Déjame disfrutar estar aquí antes que me ponga mi vestido de princesa y empieza actuar tan arrogante y pedante como lo demanda Sure.

-Mylady no se comporte así, sabe que Su Majestad solo lo hace por el bien de usted. Recuerde que es la princesa Ross Pittogeme y es su deber y derecho es dejar el nombre de Pittogeme en alto.

-Haces ver como si fuera un privilegio tener la desgracia de ser un Pittogeme.

-No hable de eso modo, mylady, si la oyera la Reina…

-Me mandaría a encerrar con mis tutores. Ya lo ha hecho Robet. Ven, caminemos por la plaza mayor para poder ver a los comediantes.

Lo tomo del brazo y lo arrastro hasta los comediantes, Ross reía a carcajadas con las ridículas interpretaciones. El pobre Robet no pudo rehusarse, disfrutaba tanto el verla reír, siempre fue así desde niños. Además, como ella decía, esta no era la primera vez que se fugaba del castillo para divertirse en la ciudad, pero si podía ser la ultima; la pequeña Ross ya había cumplido 15 años y en el Reina Helado esa era la edad requerida para empezar a buscarle marido a las jóvenes, mas si eras de la familias tradicionales, como lo era los Pittogeme. La Reina Sure se había negado a buscar marido para su hermana argumentando que nadie del reino era merecedor de ella. Los consejeros decidieron que si a los 16 ella no encontraba prometido no subiría al trono; fue entonces que Sure mando hacer una lista de los candidatos, ella misma elegiría al marido de su hermana. Ross se opuso a esto pero Sure le dijo cuando estaban solas en su cuarto:

-No permitiré que el Reino caiga en manos equivocada Ross. Solo Azu y tu son dignos del trono y eso nadie lo pondrá en duda.

-Es más probable que Azu te suceda. No debes tener tantas molestias por mi prometido, yo me las puedo arreglar.

-No entregare a mi hermana a cualquiera. No lo hago porque seas la princesa. Si fuera por eso ya estarías casada con el hijo de Lacruss.

La conversación termino mas rápido de como empezó.

Ross reía con el hombre disfrazado de mujer que fingía estar despechada, cuando sintió que alguien la observaba fijamente. Busco entre la multitud y lo vio. Uno hombre con una capucha negra; levanto un poco mas su rostro dejando ver un perfecto perfil. Le sonrió y se perdió entre la muchedumbre. Como cosa rara la curiosidad de la joven le hizo siguirle, por que vio una extraña rosa en su pecho, tan parecida al escudo de la familia Flower, una de las familias que había aprobado su hermana como buen partido para ella. No los conocía, solo había visto el nombre y el escudo en la lista. Cada vez que lograba verlo el volteaba y le volvía a sonreír, era una invitación a continuar con la pequeña persecución. Llegaron hasta un callejón sin salida, donde daba la impresión de que la gente había desaparecido, estaban más lejos de la plaza de lo que pensaban.

-¿Por qué me haz seguido, hermosa damisela?

Su acento delataba que no era de la ciudad, Ross trato de recordar los países vecinos pero ninguno tenía ese acento tan seductor. A la distancia parecía una rosa de la familia Flower, pero era una rosa tribal bordada de terciopelo carmesí, casi purpura.

-Disculpa mi impertinencia. Pensé que eras de la familia Flower. Su escudo es similar al de la flor que llevas en el pecho.

Mostró una sonrisa deslumbrante, y meneo la cabeza, un par de oscuros cabellos cayeron en su frente.

-No soy de la familia Flower. Pero en estos momento quisiera serlo, así tendría mas atención de mi.

Ross se sonrojo. El encapuchado se acerco mas a ella, con aires de despreocupación; jugueteo con un de los cabello de ella, que se había escapado de su trenza debido a la carrera.

-Hueles muy bien, debes ser de la familia real.- Comento él.

Al levantar tímidamente la mirada se topo con dos rubíes fríos, tan vivos que no podía creer que fuera el color de la iris de un hombre. Sus sentidos la dejaron a su suerte al ser hipnotizada por aquella mirada. El encapuchado se alejo lentamente al darse cuenta que empezaba a fallarle la respiración.

-Lo siento si te asuste, hermosa damisela. Ya es hora de irme.

-Espera, no se quien eres. Dime por favor aunque sea su nombre.

-Dan.

-¿Ross?

La joven volteo automáticamente en la dirección de donde procedía su nombre. Un joven agitado acaba de cruzar la esquina del callejón.

-¿Robet?

-Ross ¿Por qué te vas de esa manera? Me tenia muy preocupado ¿En que rayos estabas pensando?

-Tranquilo. Solo quería saber si el joven era de la familia Flower. Es todo.

-¿Cuál joven?

Ross volvió la mirada. Dan ya no estaba. Trato de explicárselo, pero estaban tan aliviado por encontrarla, que le atribuyo aquello a un juego macabro de las hadas. En eso un disturbio se desencadeno en la plaza, los guardianes trataban de evacuar a las personas. Robet tomo a Ross y la condujo de nuevo al castillo. No importaba cuanto ella le suplico por quedarse, el no retrocedió ni medio paso.

-Debes concentrarte. Respira profundo. Y disparas.- Sugirió Sure a su hermano.

La flecha paro en los pies del ciervo. Sure reía por lo bajo mientras Azu refunfuñaba. El trataba de enseñarle como hacer un tiro limpio con el arco, pero ella nunca lo tomaba enserio, así que siempre fallaba. Después de un rato empezó a tomarlo mas enserio. Cuando iba a volver a dispara Sure se puso tensa.

-Hermana, si no lo haces rápido el otro siervo se va escavar también.- Dijo Azu son percatarse de la tensión de si hermana.

-Azu, siento otro más.

El príncipe se llevo cuidadosamente la mano al mango de su espada. Por las palabras otro más sabia que ella se refería a intrusos que estaba cerca, lo suficiente para oírles. La adrenalina empezó a correr por sus venas, deseoso de saber por donde atacarían; aun así se contuvo de mover una pestaña.

-Solo necesitas una flecha para el siervo, hermana.

-Lo se.

Rápidamente volteo y disparo. Un ahogado gemido de dolor se escucho antes de que ambos desenvainaran, cinco hombres salieron de diversas direcciones a atacarlos. Eran ágiles y feroces, nada que ver con humanos eso era seguro, sus movimientos era sorprendentemente sobrehumanos ante la precisión de Azu y la gracia de la Reina Sure. Adversarios difíciles de combatir pero uno por uno fueron cortados por los hermanos hasta que solo quedaron dos de pies. Sus ojos rojos miraban colerizado a la Reina quien fue la que le había cortado ambos brazos.

-Esto no quedara así.- Replico el mal herido.

-No suelo dejar vivos a quienes me quieren ver muerta.

-Pues tendrás que resignarte. A menos que nos entregues el Reino Helado no dejaremos de tratar de acabar con tu vida.

La Reina frunció el ceño.

-¿Quiénes son ustedes?

Ambos se rieron. Sus espeluznantes ojos inyectados de sangre centellaron; Sure pudo percibir el olor a muerte y sangre que provenían de ellos, no era necesario una respuesta, ya la había obtenido. Azu se puso en guardia otra vez, dispuesto a defender a su hermana. Al contrario de ella que era de sangre fría Azu era de sangre caliente, solo bastaba una pequeña ofensa para ejecutar a la persona

-¿No han oído mal educados? La Reina Sure les ha hecho una pregunta. Responda bastardos.

-No te molestes, Azu. Los vampiros son imbéciles, tal ves se les olvido porque nos atacaron. Les perdonaría la vida de solo haber entrado al valle helado, pero como nos han atacados…- Con un ágil movimiento de muñeca cristales puntiagudos salieron de sus delicados y pálidos dedos incrustándose en el pecho de uno de los vampiros.- eso será imposible.

El ultimo de pies, desesperado por la muerte extraña de su compañero, se lanzo e hirió gravemente al príncipe en el costado. Ya la Reina tenía un arco y fecha de cristal apuntándole cuando este estaba en una rama alta de un árbol. La flecha no solo impacto en el pecho sino que lo fue congelando poco a poco. Cayó. Al revolcarse de dolor pudo ver como sus compañeros eran estatuas de hielo. Sure se abrió paso entre los cadáveres rompiendo sus cuerpos con el filo de su espada. El vampiro escupió en sus pies.

-¿Crees que te tenemos miedo? Te equivocas bruja, somos más de los que crees. El Reino Helado nos pertenecerá, ya lo veras. Nuestro líder será el que gobierne y tu familia morirá por su espada.

-Que se atreva. No hay nadie que pueda derrotar ni a mi reino ni a mi.

-El Conde Damion si.

Un grito ahogado emergió de la garganta del vampiro al completarse la congelación de su cuerpo. Un leve aliento salió de la boca petrificada. Sure fue a asistir a Azu, quien yacía en el pasto húmedo. Los guardianes, que habían estado distantes por concederles privacidad a la Reina con el príncipe, surgieron de entre los arboles. Fueron alertados por el grito de dolor de los vampiros. Mientras ayudaban al príncipe otros recibían la espeluznante noticia de la Reina.


-Hemos sido invadidos por vampiros. Todos deben prepararse. Esta es una declaración de guerra.



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