-Aun nada, mi Lord.
-No puedo consentir semejante resultado teniente. Seguid buscando a mi
hermana.- Dijo el príncipe al darse la vuelta bruscamente.
Habían traído de vuelta a la princesa, inconsciente, y los soldados no
tenían idea del paradero de su secuestrador y la Reina, quien sin pensarlo fue
detrás de este. El teniente estaba acostumbrado al temerario y fuerte carácter
de la Reina Sure por lo cual no le sorprendió que su hermano menor lo tuviera.
Ambos eran hermosos, sus rostros parecían esculpidos en mármol por un maestro
escultor, ojos grandes y azules como el cristal con un peculiar brillo, pero
sus cabellos eran todo lo contrario uno del otro, mientras Sure la coronaba una
blanca, lisa y larga cabellera a Azu lo coronaba una masa rizada de cabellos
negros, lo que lo hacia ver mas real que su hermana.
Azu ordeno que la búsqueda se extendiera, la ausencia de Sure por seis días
era un martirio para él; no por el hecho de que la reina no estuviera, él tubo
una dura educación para ser el monarca, fue criado para situaciones mas
apremiantes que esta, era el hecho de que su hermana haya caído como prisionera.
Impensable.
Le seguridad de la ciudad aumento en los flanco más débiles, el orden
publico estaba establecido en apariencia, solo era interrumpido por murmullos
de especulación sobre las vampiros. Los campos de cultivo fuera de la ciudad no
reportaban eventualidades adversas. Los vampiro habían tratado de abrirse paso
en el castillo, un día después de la desaparición de Sure, entraron un escuadro
de ellos por la caballeriza, otro por el lado estés, el tercero por los
jardines y el cuarto el lado oeste. El primero se topo con que se custodiaba la
cocina por dos decenas de guardias reales, la distracción de los vampiros fue
eficiente, los lados este y oeste estaban débiles, o eso pensaron. Los soldados
estaban situados en cada rincón oculto de ambos lados del castillo esperando la
orden. No fue necesario más que los vampiros se adelantaran en los pasillos
tortuosos para ser atacados por sorpresa. Mientras que el cuarto escuadrón, el
más grade, se abría paso por los jardines reales y penetraban en el castillo
hasta llegar a la sala de reuniones, el mismo príncipe los esperaba sentado en
un gran sillón de cuero negro junto a la chimenea, con arco y flecha en la
mano, los dos primeros vampiros en entrar fueron atravesados por flechas en llamas.
Sevastian, quien encabezaba el cuarto escuadrón, vio como las llamas
consumían rápidamente los cuerpos de sus colegas mientras los demás entraban y
se confrontaban al joven de cabellos negro como la noche. Antes de que llegaran
a la mitad del salón tres más cayeron en llamas, para entonces fue demasiado
tarde, los solados empezaban a salir de los rincones y del techo atacándolos.
Azu se abrió paso entre la muchedumbre blandiendo su espada casi con tanta
gracia y rapidez que su hermana. Fue cuestión de minutos antes de que Sevastian
y Azu se encontraran en medio del salón peleando. La espada del vampiro
zigzagueo veloz y triunfante por un momento, haciendo retroceder al príncipe;
el pie de algún caído hizo tambalear a Azu, 3 segundos que pasaron lentamente
permitiéndole ver como la hoja del vampiro subía haciendo una media luna con el
reflejo del metal; un corte limpio hizo perder su mano derecha. No sintió dolor
ni odio, solo sintió el frío metal como un viento cortante. Los ojos rojo fuego
tampoco mostraron sentimiento alguno, solo una obscura expresión de
concentración. Iba a tacar por segunda vez. La espada bajaba para reclamar su
cabeza. Azu se dejo caer y antes de que su espalda tocara el suelo le dio una
patada a la mano que empuñaba el vampiro, desarmándolo; rodó sobre su espada
quedando a una distancia prudente de su adversario.
Unas explosiones se escucharon fuera del salón, Sevastian volteo solo para
ver que su numero se había reducido. Azu se aprovecho de esa pequeña
distracción para tomar un hacha que estaba en el piso y la lanzo en dirección
de Sevastian, este la vio de reojo y la esquivo con un rápido giro de su
cuerpo.
-Que pena, fallaste.- Bufo Sevastian.
-Te equivocas sanguijuela.- Replico Azu con una media sonrisa.
Un ruido ensordecedor de metal se escucho, Sevastian miro hacia arriba y
sin pensarlo se lanzo a un lado antes de que la gran araña de plata y cristal se estrellara
contra el piso de mármol y levantando polvo. Se le dificulto respirar sin saber
porque hasta que vio los rostros de sus compañeros, no había duda, no era polvo
lo que arrojo la araña de plata y cristal si no polvo de plata. Difumino al príncipe con la
mirada. No tubo mas remedio que ordenar la retirada.
Después de ese intento fallido de tomar el castillo las amenazas había
disminuido pero ¿por cuanto tiempo? Nadie sabia de la ausencia de Sure más que
la guardia real, y esta era leal al juramento de secreto. Azu pensaba que el
comportamiento de los vampiros era inusual, si ellos tuvieran a su hermana ya
fueran negociado o hecho publico.
-¿Donde estas Sure?- Susurro para si mismo.
El teniente ya se había marchado cuando Azu se desplomo en el diván. Miro
con atención los vendajes de su muñeca derecha. Se imagino apretando los dedos
y abriendo la palma. Pensó que si mentar el castillo le costo una mano ¿cuanto
le costaría traer a su hermana? Podía dar todo su cuerpo por el reino pero sus
hermanas valían mil reinos. Eran toda su vida.
-No importa.- Le hablo a la muñeca vendada.- te encontrare, y los protegeré
a todos. Aun que tenga que dejar mi ultimo aliento en ello.
Se puso el brazo en los ojos y los cerro.
El asunto del fracaso de la toma del castillo fue discutida arduamente por
el clan vampirico. Aunque no tenían tantas bajas como su oponente sus planes
estaban fracasando. Damion ya escuchaba sin ánimos en las reuniones, no
entendía porque se enfrascaban en resaltar que fue lo que salio mal, debían
estar formando un contra ataque pero ninguno era bueno para él. Esperaba
pacientemente porque tenia el As ganador en el maso, la pieza clave, pero no la
usaría hasta estar seguro de tener un contra ataque si se le presentaba otra
interferencia. Además de tener un extraño sentimiento.
Todos los días se retiraba temprano de las reuniones y se encerraba en su
despacho por horas. Esto extraño a varios del consejo, y le preguntaron que le
sucedía, a lo que respondió de una manera muy aburrida de que necesitaba estar
un tiempo solo para pensar en su siguiente movimiento. No quiero mas
fracasos. Fue lo que les dijo. Muchos se quedaron conforme con esa
explicación; era normal que el Conde se comportaba así cuando le preocupaba
algo. Pero a Sevastian no lo convenció.
Mientras que el Conde estaba pasando revisión por las municiones y el
arsenal Sevastian se metió a su despacho, reviso cada papel, libro, cuadro y
cada tabla, pero no encontró nada. Concluyo que si no había nada sospechoso en
el despacho, lo habría en su habitación, cuando se disponía a marcharse noto un
libro entre abierto en una mesa pequeña detrás de una armadura. Era un libro de
poesía y estaba marcado en una pagina. Al acercarse la puerta del despacho se
abrió y el Conde entro con nieve en los hombros y una daga larga en la mano.
Sevastian se petrifico.
-Sevastian.- Dijo el Conde.- ¿que hace aquí?
-Te estaba buscando.- Dijo rápidamente.
-¿Que sucede?.
Sevastian invento una rápida
escusa sobre estrategias de quemar siete partes del reino y terminar con el
castillo, cuando estuvieran vulnerables atacar. Damion lo miro con ojos serios.
Era una pésima idea, y se lo dejo saber. El vampiro se excuso, y declaro que
buscaría una mejor estrategia. Cuando el Conde se retiraba, Sevastian le lanzo
rápidamente una pregunta.
-Hermano ¿puedo preguntar de donde
viene este libro de poemas? No es muy propio de tu lectura habitual.
Damion no se volteo para evitar
que Sevastian viera la perturbación en sus ojos, rápida pero consistente.
-Lo encontré el otro día en uno de
los cuartos.- Dijo sin titubear.- pensé que era de uno de los primeros
habitantes, pero solo es un poemario de alguna antigua damisela. No es la gran
cosa.
Sin más que confrontarlo Sevastian se marcho después de que Damion saliera. El preguntarle donde iba era ilógico,
sabia que se dirigía a su cuarto, ya que la mañana estaba avanzada. Debía esta
cansado.
En el cuarto del Conde se escondía
una puerta-trampa detrás de un armario antiguo. Al cerciorarse de que la puerta
principal estaba cerrada abrió el armario y luego la puerta-trampa. Del otro
lada se encontraba una acogedora alcoba sin ventanas iluminada por tres velas
de mesa, era limpia y cuidadosamente decorada con sencillo mobiliario de caoba
negra. En medio de la alcoba. En medio se encontraba una cama pequeña, y al
lado de esta una silla donde se sentaba la hermosa Reina blanca. Habría pasado
por una estatua esculpida en mármol de una diosa antigua sino fuera por sus
ojos azules, sus labios rojos y las pulseras de oro de cuatro pulgadas en ambas
muñecas.
-Llegas tarde. Sanguijuela.