jueves, 8 de octubre de 2020

El monstruo de la obsesión: Sultán

Las personas son un mar de emociones y de pensamientos, y no se clasifican entre buenos y malos, negros o blancos. Todos deben ser aceptados y moderados posteriormente de su reconocimiento en nosotros, para no apuñalarnos nosotros mismos con ellos; son parte de nuestra naturaleza humana, así que negarlas es negarse a sí mismo. 


En el caso del Sistema Aurora, se encuentra el monstruo de la obsesión. Un oscuro ser con tentáculos escurriendo brea negra y bañado con esta su amorfo cuerpo peludo. Veloz, ágil, escurridizo y sobretodo fuerte. Que para no ser visto al llegar se escurre en la mente de los alters y se queda en ellos, agazapado, tranquilo, esperando la oportunidad para hacer correr la sangre de los demás si se interponen entre él y su objetivo. Y esta vez tenía un objetivo específico: Alex. 


La obsesión durante meses había sido enjaulada y controlada por Noel. Evitando que se acomodara en otro alter. Pero las frecuentes crisis internas de su amo lo habían hecho crecer y ahora se encontraba libre en el sistema. Alerta a la más mínima oportunidad para saciar su hambre contra aquella que les había hecho tanto daño. 


El distinguido Aarón Coppola observaba desde hacía meses el comportamiento de la obsesión, sin perderla de vista. El rubio aristócrata de ojos azules buscaba una manera de regularla sin éxito. Hasta que un día lluvioso en el sistema una crisis de ira de James Darling lo hizo entender que todo este tiempo la obsesión no había hecho de las suyas porque James la regulara con su carácter rebelde. Aarón trato de convencer a James que deteniendo a la obsesión sus crisis de ira se irían. 


Cuando uno está molesto, y burbujeando de cólera como lo estaba James era más que comprensible ver cómo él el peliazul mandaba a volar al rubio. Y alejar a todos los de su sistema con una sola ventisca de ira concentrada.  


¿Monstruo? James no pensaba que la obsesión era uno, se preguntarán entonces el porqué es un monstruo para el resto del sistema, puedes es simple, todo aquello que desconocemos, tememos y creemos que nos hará daño toma forma de monstruo ante nuestros ojos. Así es la mente humana, y la del sistema no es la excepción a la regla.


James sabía la verdad, el si conocía a la obsesión desde hace años. Porque él fue quien la sacó de su propio ser y le dio forma. 


Suspiró molestó, ya era hora de calmar todo esto de una vez por todas o sino el mismo se derruiría con esas crisis de mierdas. 


Jane le dió una calada al cigarrillo mientras esperaba, alguien la había ayudado a calmase lo suficiente para que cambiara de género. Estaba mojada sus cabellos azules empapados. Tiro la colilla y bajó de la acera. La lluvia caía a cántaros ahora pero no pareció importarle.


Se acercó al lugar donde Luisa apareció y la sostuvo. 


- Espero que el agua no te moleste.- soltó Jane.


Luisa sintió cómo las gruesas gotas bañaban su cabello. Levantó la cara y sintió alivio cuando las gotas de agua fría le quitaban el sudor del rostro. Respiro profundo y sonrió.


- Me encanta la lluvia, y más si estoy con una amiga. 


Jane se rió. 


- ¡Mamá, espera!- se escuchó detrás de ambas mujeres. 


Jane volteo por encima de sus hombros. 

Alexa iba corriendo hacia ellas. Adelante de la adolescente iba una niña de unos 12 años. Natalia llegó y abrazo a Jane. Enseguida llegó Alexa e hizo lo mismo. 


- ¡No pueden hacer esto sin invitar a toda la banda!- soltó Alexa sonriendo.


Jane se rió y miró a Luisa. 


- Tenemos compañía. Andando.


Cargó a Natalia en brazos y le dió un beso tronado en la mejilla.  Alexa corrió por delante. Estaban en uno de los caminos empedrados que daban hacia un viejo pueblo abandonado. Jane sabía que ahí se ocultaba Sultán, así era como llamaba al monstruo de la obsesión.

 

Villa Guardián decía un letrero roto al llegar. Había mucha neblina en el lugar, y la lluvia solo hacía que se viera más lúgubre. 


- Alexa, no te separes tanto.- soltó Jane. 


Bajó a Natalia de brazos y la soltó, esta se agarró de la mano de su mamá. Alexa entonces se acercó a Luisa. Le dió una bolsa grande y aclaró. 


- Hay que atraerlo con comida.


Luisa agarro la bolsa negra, miró en ella y vio varios trozos grandes de carne. La lluvia hacía que todo lo viera oscurecido; menos los lugares que los pocos postes iluminaban. Observó cómo las gotas de lluvia brillaban bajo el mortífero haz de luz de los postes. Melancolía, abandono, olvidó... se dijo para si misma al sentir dichas emociones en el lugar.


- ¿Nunca haz probado llamarlo por su nombre?.- pregunto Luisa


Jane soltó un suspiro. Se ato el cabello en una coleta mal hecha. 


- Muchas veces, pero cuando está en este punto... Él es rebelde.- soltó. 


Alexa tiró trozos de carne cerca del poste de luz más cercano. El aroma para Sultán, era muy apetitoso. Simplemente carne, era un carnívoro de primera. Eso no le extraño a Luisa al recordar que cuando lo quiso tocar por primera vez sintió la fuerte sed de sangre, carne humana y sobre todo de arrancarle la mano a ella. Se rio internamente cuando eso pasó aunque no le causo nada de gracia a Noel quien apartó a Sultán de una fuerte patada lejos de Luisa. 


El animal emitió un gruñido que pareció escucharse en todo el lugar. Los cuerpos de los presente se tensaron, no por miedo sino en espera a que saliera el monstruo hambriento. Jane afiló la mirada, intentando ver entre la oscuridad. Pasaba de una sobra a otro escaneándola, segura que en cualquier momento saldría Sultán por una de ellas. Le pareció que se acercaba.


Ramas y hojas se quebraron cuando una sombra pasó por delante de ellas a toda velocidad. Luisa trató de estar alerta, aunque se sentía muy calmada. Se dio cuenta que Sultán no estaba entusiasmado por la carne. Lo sospechaba desde un principio. Pero si lo estaba por el grupo que estaba allí. 


«¿Quiere compañía o le molesta?» se preguntó Luisa. Puedo notar cómo todas estaba alertas. Escaneo el perímetro de nuevo y fue cuando vislumbró un par de ojos ámbar que la miraban desde la oscuridad.


«Allí está Sultán» se dijo mientras sonreía complacida. Lo miro de frente y se agacho. Aplaudió un par de veces tratando de llamar su atención. Sintió la mirada de todas sobre su espalda. Pensó que lo más probable es que pensaran que estaba loca por tratar a una quimera monstruosa con tentáculos, pelos, dientes y garras como si fuera un cachorrito. 


- ¡Ven Sultan! Ahora si me dejaron jugar contigo. ¡Ven!.- gritó un par de veces para que la escuchara a través de la lluvia


El animal gruñó. Era enorme. Alexa vio los ojos a través de la niebla de un color ámbar. 


- Creo que no está muy feliz.- dijo Alexa y se metió a la boca una paleta. 


Natalia la fulminó con la mirada. La pequeña se acercó a su mamá y miró a Luisa. Jane miró en dirección a Sultán. El animal estiró sus tentáculos, para golpear a Luisa con fuerza. La peli azul empujó a su amiga lejos del ataque del monstruo. El tentáculo le raspó cerca del vientre, pero no sé quejo. 


- ¡Sultán! ¿Ya no nos reconoces? ¿Ya no me reconoces?- soltó Jane. 


Luisa se tocó el codo al levantarse. Al caer al piso se raspó los codos y las rodillas «Como en los viejos tiempos» pensó de mal humor. Natalia jalo a Luisa hacia un lado. Alexa se quedó pasmada. 


- Alv ¿esa madre es un perro? No mames ama.- soltó la adolescente.


Jane la mando a callar. 


- ¡Sultán! Luisa y yo queremos jugar.-dijo la peli azul. 


El animal gruñó con fuerza. Se acercó corriendo a una velocidad impactante y golpeó a Jane con fuerza. Luisa vio a su amiga ser golpeada con fuerza y se encolerizó.


- ¡Sultán, para ya!- gritó tan fuerte que el animal se detuvo y la miró a los ojos.


Luisa temblaba de la rabia. Respiro profundo y dio unos pasos firme hacia Sultán. Este lanzó un tentáculo en su dirección. La golpeó de lleno en el vientre sacándole el aire, pero Luisa clavó sus uñas en el tentáculo para no perder el equilibrio.


Sultán rugió.


- ¡He dicho qué pares animal!- la voz de Luisa salió como un golpe de martillo, frío y duro. 


Sultán le arrebató el tentáculo y Luisa se tambaleó. El animal gruñó y se lanzó contra Luisa. Las pupilas de esta se dilataron y sintió como la sangre le hervía. A pocos centímetros de Luisa está le atinó un puñetazo entre los ojos a Sultán con mucha fuerza. 


Un gruñido de rabia y dolor soltó el animal.


- ¡Si me vuelves a golpear te amarraré a un poste!- rugió Luisa.


Ella se acercó y Sultán lanzó otro tentáculo en su dirección. Pero esta vez Luisa lo agarro con fuerza. El gruñó desafiante y se lanzó por ella. Otra vez en el suelo Luisa peleo con el monstruo. Lodo, piedras y tentáculos. 


- Ya me estoy cansado de esto perro malo.- dijo y le soltó otro puñetazo en la cara. 


Este volvió gruñó y Luisa aprovechó para ver si tenía cosquillas. Se sentía pegajoso y olía a podrido, le dio asco, pero cuando pasó sus dedos rápidamente entre los tentáculos Sultán empezó a moverse alocadamente.


- ¿En serio tiene cosquillas?- dijo con ironía Luisa. 


La piel le ardía donde Sultán la había raspado pero no le importa. La adrenalina por pelear con cosquillas con el animal valía la golpiza. Aunque realmente no fuera le producía cosquillas. Sultán estaba más alterado por ese extraño toque a su cuerpo, temblaba. El animal rugió con fuerza. Natalia se llevó las manos a los oídos. Alexa también. Jane no lo hizo, pero en su lugar, sus tímpanos comenzaron a sangrar. Las chicas Darling comenzaban a llenarse de ira desmedida. 


Alexa ayudo a su madre a levantarse del suelo. Tenía el vientre herido. 


Jane soltó una grosería.


- Luisa, déjalo ya.- soltó. 


El animal no entendería. Seguiría golpeando a diestra y siniestra. Tenían que pensar en algo mejor. Sultán soltó un gruñido y golpeó a Luisa, lanzandola a unos metros. Alexa fue corriendo hacia Luisa y Jane sintió la ira hacerla vibrar. Su nariz comenzó a sangrar. Fue directo hacia Sultán y lo golpeó con fuerza en la cabeza. 


El monstruo se hizo hacia atrás, un poco mareado ya por los golpes de Luisa y de Jane, el mal humor que se cargaba estaba embriagando a la ira. 


El animal retrocedió. Miró a Luisa y después a Jane.


- ¡Entiende ya!- soltó Jane. 


El animal retrocedió. 


- ¡Entiende, Sultán! Ella te traicionó. Ella nos traicionó ¡Entiéndelo ya y déjanos quitarte el maldito dolor, amigo! 


Jane se sentía mareada por la ira. Burbujeaba dentro. El suelo comenzó a temblar, tendría un colapso interno por la acumulación de furia. Alexa se acercó a sultán. 


- ¡Esto es lo que querías! ¡Era esto, maldito perro! ¡¿Era esto?!- soltó en llanto. 


Sintió que Luisa llegó tras ella. No sé dejo agarrar, estaba furiosa. El animal volvió a retroceder. 


Natalia cerró los ojos que comenzaron a sangrar. Los de Alexa también. Y Jane soltó de pronto un grito agudo de furia. 


El animal pronto cambio de forma. Se escuchó un sonido extraño. Alexa sintió la mano de Luisa en su hombro, pero la chica rebeldemente se la quitaba de encima. La furia las estaba embriagando con fuerza. Las cegaba.


El perro ladro. Fue corriendo hacia Jane y comenzó a ladrarle. Era un perro pastor alemán.


Luisa rodó los ojos.


- Gente terca que entiende a puñetazos. Ni modo.


Ahora sentía más que antes las heridas sangrar. Pero no le importo. Vio a las niñas y aunque sabía que les iban a dar un manotazo les revolvió los cabellos húmedos de ambas. 


- Pa’ que se les pase lo amargadas.- bufó. 


Se acercó a Jane y vio al perro y a ella.


- Igual que su dueña, sólo sabe jugar a los golpees.


El perro ladro con más fuerza. Intentando sacar del estupor a su dueña. Jane lo miro y el perro se le aventó encima. Ella cayó al suelo y Sultán comenzó a lamer la cara, la sangre, las lágrimas. 


- Ya, ya. Maldito idiota. 


Alexa soltó un bufido de ira y fue hacia Natalia. La niña estaba hecha un ovillo y le dió una patada a Alexa. 


Sultán lloriqueo.


El perro bajo sus orejas y cerró los ojos, esperando el golpe. Jane lo miró. Y aunque su ira estaba por los cielos, no lo golpeó. 


- No tienes que ser así ¿No dijiste que siempre serías mi amigo?- el perro ladro.


Luisa se agachó y trató de tocar a Sultán, este le gruñó.


- ¿Que? ¿Ahora que está tu dueña te vas hacer el que no quiere jugar conmigo?- sonrió al perro.


El perro seguía gruñiendole, pero Luisa fue acercando su mano poco a poco mirándolo con ternura y a la vez con firmeza. Si la mordía ella si le partiría el Hocico. Con calma, respirado rítmicamente fue acercando centímetro a centímetros al hocico, esperando que la olfatear. 


- No te voy a volver a pegar. Solo quiero que me dejes acercarme a ti.- susurro con calma Luisa al perro.


Las puntas de los dedos de ella tocaron el pelo mojado de Sultán, este seguía gruñiendo pero no se movía. Luisa le dio su primera caricia y recordó los perros que siempre la atacaban pero ella siempre se negaba a huir...


- Se que desconfías de mi, pero sabes que me quieres tener. Solo deja que lo haga a mi modo ¿va?- le hablo con dulzura.


Poco a poco lo acaricio y ella pudo sentir el odio, la ira y la sed de venganza en su garganta. Una lágrima de escarcha rodó por su mejilla pero miró con dulzura al can.


- Deja que te amemos a ti también. ¿Va?- le rogó en susurros.


El perro lentamente dejo de gruñir. Movió su cabecilla hacia un lado, como lo hacían los canes. La lluvia caía con tanta fuerza que Jane ya se sentía mareada. Se volteó para regaño a sus dos mocosas que ya estaban agarrándose a putazos y estas tuvieron que ceder cuando las amenazo con quitarles los teléfonos celulares. 


El perro dió varias vueltas en el mismo lugar y se echó encima de Jane. 


- Ah, bien verguitas el cabrón.- soltó la mujer, en tono molesto. 


El perro soltó un lloriqueo. Cuando Luisa acercó nuevamente su mano, Sultán volvió a olerla, esta vez sin gruñir. 


Lentamente parecía aceptarla. Comenzó a lamerle la mano.


- Amigo gruñó.- dijo Luisa con dulzura. Ya su ira se había ido con la lluvia.- tanto que estabas pendiente de quien le escribía a Cosmos que ahora ya no quieres reconocerme. Eres un fisgón como tu dueña.


Sonrió dulcemente. El perro estaba herido y descuidado. Pero sabía que si lo aceptaban dentro de la mansión él se pondría feliz y sería nuevamente domesticado.


- Jane... creo que el perro te obedece porque eres la gran loba azul...- sonrió con melancolía.- pero sigue siendo un animal de manada, así qué hay que llevarlo a casa ¿crees que peguen el grito al cielo cuando lo vean en la sala?


Jane soltó una risa nasal. 


- Ya quiero ver la cara de papá cuando eche el grito.- soltó. 


- ¡Vete a la chingada, Natalia ! 


- ¡Vete tú primero !


- ¡Niñas!- soltó Jane. 


Las chicas miraron a su madre y corrieron hacia ella y Luisa. El perro lloriqueo. Natalia le dió un zape y Alexa se aventó a acariciarle la cabecilla y la mandíbula. 


Sultán movió la cola. 


- Aquí Luisa me dijo que lo llevemos a casa. ¿Qué opinan?- pregunto, riéndose. 


El animal había absorbido la ira de las tres. Movió más la cola y ladro, jadeo y ladro. Cómo lo haría un perro feliz. 


- ¡Uy ya quiero ver la cara de todos!- soltó Alexa. 


Natalia saco de su bolso una correa y la coloco alrededor del cuello de sultán mientras Alexa ayudaba a su madre a pararse. Jane soltó un "mierda", le dolía todo el cuerpo. 


Miró a Luisa. 


- Gracias por ayudarnos.


- ¿Se lo van a llegar sin quitarle el olor a perro callejero?.- abrió mucho los ojos.- por lo menos busquemos champú para bañarlo con esta lluvia. Así Jhon no podrá decir que está sucio.- Se echó a reír.- ¿Niñas, por casualidad no tiene champú?


Alexa se rió. 


- Bueno, no pensábamos que terminaríamos con un perro loco y sucio. Más bien, pensábamos terminar en pedazos.- soltó la chica. 


Jane rodó los ojos. Y Natalia le aventó lodo con los pies a Alexa. Las chicas ibas discutiendo mientras Natalia llevaba a Sultán en la correa. El perro caminaba  lentamente pero feliz. Removía la cola de un lado a otro.


Jane miró a Luisais. Se detuvo. Estaba empezando a dejar de llover.


- Creo que aquí ya seguimos nosotras. Tu descuida si papá Jhon grita o no. 


Soltó una risa.


- Debes estar cansada. Ya déjame esto a mi. ¿Vale ?- le apretó la mano. Vio a las chicas jugando con el perro y sonrió.- Gracias por esto. De verdad...


Luisa sonrió a su amiga.


- Quiero que estén bien. Por eso soy tan... insistentes con ustedes.- le colocó una mano en la mejilla herida y sintió su fría piel.- recuerda, tu no eres la única que ama con locura.


Luisa se desvaneció

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