sábado, 17 de octubre de 2020

El mar de traumas

El hombre solamente estaba parado en la orilla, a una distancia prudente de la turbulencia del mar de traumas. Momentos antes sus olas eran tan altas y terroríficas que amenazaban con ir más allá de su cuerpo acuoso y arrasar todo a su paso con tsunamis de pesadillas. Los hermosos heterocromicos gránate y dorado ojos de Thomas  escaneaba la superficie turbia del agua. Fuertes olas pasaban rápidamente mientras que dos figuras de agua gigantescas de 100 metros, un hombre y una mujer, se paseaban por su superficie con la calma que caracterizaba a las reales. Los monstruos acuáticos sencillamente entraban a sus cuerpos entrar en contacto el mar con sus enormes pies, pasaban a la masa de agua en un remolino corto que los subían por sus piernas, nadaban en sus vientres como si allí fuera un acuario, se arremolinaban en el pecho como no deseando irse de allí, pero las corrientes internas de los cuerpos de agua no se lo permitían y eran arrojados a los hombros líquido, uno que otro iban a los brazos dando vueltas y vueltas para luego regresar otra vez a los hombros donde una corriente opuesta los iba bajando. Los más grandes se quedaba un momento en la cabeza y así después en picada volvían a bajar para retornar en el mar. 


El cabello oscuro del hombre se removía con la brisa marina. Sus ojos tenían destellos de rojo brillante, como pequeñas estrellas fugases que pasaban en un cielo granate y otro dorado; una peculiar escena. Observaba como el mar se calmaba al pasar las dos figuras de agua por su superficie.


Sintió entonces unas pisadas en la arena. Venían de atrás de él; ni se molestó en ver quién era, solamente estaba centrado en el mar. Nunca en los siglos de vida que tenía lo había visto tan calmado.


- Es fascinante como el mar ama tanto a Winston y a Winter que tomo forma de ellos para calmarse.- dijo la mujer.


Thomas no contesto. Se había negado rotundamente que ella lo acompañara. Pero Luisa solo sonrió y lo siguió en silencio a su inner. Ella se paró a su lado y contemplo los gigantes acuáticos. Eso la llenaba de dicha y orgullo también. 


El mar de traumas era una infinita masa de agua a la cual antes no se le veía tierra alguna. Cuando Thomas llegó a la mansión sus olas terríficas llegaban al cielo, desbordándose por el espejo de caballero. Saturándolo. 


- Tiene sentido que haya tomado la forma de su primer amor. A pesar de tener siglos sin verla, sigue enamorado.- contestó con calma Thomas.


- Quien ama de verdad no olvida.- Dijo suavemente Luisa.


Ambos se quedaron viendo cómo las olas ya no eran tan terroríficamente grandes. Los monstruos acuáticos entraban y salían de los gigantes de agua. 


- Pensé que tomarían formas de animales...- pensó en voz alta el hombre.- sólo conjure algo que lo regulara con magia. No me esperaba esta forma. Trate de hacer más y el mar no me obedece.


La castaña se rió suavemente.


- Tal vez porque no los conoce. Aún. 


- Tiene sentido. Mañana les dire que lo conozcan.


Luisa sintió lo tenso y cansado de su amigo y lo tocó en el hombro. El no se apartó pero sintió como algo lo sostenía desde adentro. Toco la mano de su amiga haciendo brillar la Perla negra de su anillo de plata. Regalo de su hija Keylie. Ambos eran PAS, y ambos trataban de calmar al otro. Se rieron juntos.


- Cabeza de coco.- soltó con una suave risa Luisa.


Tomo la mano de Thomas y beso la Perla negra con dulzura. Tanto el mar de traumas como el se relajaron. La Perla fue hecha a partir del agua con pesadillas del mar, compactada con magia natural, elfica. Esta magia en particular está llena de mucha bondad, la cual calenten el miedo en el agua y lo compacto en una hermosa joya. 


A pesar de su origen seguía siendo parte de Thomas y del mar. Y tratar esa joya con ternura era tratar al alma de ellos de igual manera. Su amigo sonrió y una suave brisa maria los envolvió, revolviendo sus cabellos y sus ropas ligeras.  


El cielo se tornó de hermosos y cálidos tonos pasteles. Naranja, rosa, dorado y violeta. Thomas cerro los ojos por unos momentos al sentir como sus frentes se tocaban. La calma los envolvió a los dos mientras la brisa marina jugueteaba.


- Ya es hora que vayas a dormir.- soltó en susurros dulce aun con los ojos cerrados.


Luisa sonrió, y sus pies empezaron a desvanecerse poco a poco con el viento. 


- Me iré. Pero no te líbralas de mi.- bufó. 


Le dio un suave beso en la frente de Thomas y se terminó de desvanecer con el viento. Dejando la familiar calidez en el lugar de su partida. Thomas abrió los ojos antes que los últimos colores de su cuerpo fueran arrastrados por la brisa.


Sonrió y siguió contemplando el mar.


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