sábado, 18 de julio de 2020

La causa de la melancolía

No era otra crisis más, era solo un estado de tristeza profunda que cada alter sentía hoy. Hace un par de días Winston, el primer núcleo del Sistema Aurora había tenido que dormir a la mayoría por un fashblack difícil de procesar. Solo menos de 10 alters quedaron despiertos por un par de días.

Pero un nuevo problema estaba a la vuelta, un sentimiento extraño apareció, se encontraba en el aire.

Joseph se acercó cuando ella apareció.
Pudo sentir calidez y enseguida suspiro. Colocó su mano encima del hombro ajeno para que evitara caerse. 

- ... Hola, ya estás aquí.- dijo. 

El clima era fresco y el peli negro  la ayudó a sentarse. Él hizo lo mismo. Temblaba mucho de las manos. La mayoría dormía, intentando estabilizar al sistema por el fashblack de hace días.

Ella miró alrededor. Entrecerro los  ojos y pasó la mano por el cielo. El color que tenía desapareció siendo sustituido por un azul celeste limpio con pequeñas nubes, el pasto se veía verde, alegre y había pequeñas mariposas blancas revolotearon cerca de los dos.

Sonrió y tomó las manos de Joseph. Se las llevo a los labios y le dio un tierno beso para luego colocarlas en su mejilla.

- Tienes dos opciones: o jugamos “yo veo” o salimos a caminar.

Sonrió esperando su respuesta. Joseph se rió. Desvió unos momentos su mirada amielada y observó las mariposas. Eso le trajo un poco de más calma. Esta técnica era la que había estaba siendo usada para drenar otras emociones. 

Soltó un suspiro.

- Yo creo que mejor jugamos. No creo que mis piernas den para caminar. Las siento tan aguadas como una gelatina.- soltó una risa nasal.

Luisa subió sus piernas y las empezó a mover de arriba a bajo mientras se sostenía a la banca. Parecía el baile del pescado de Tate al caerse por la bicicleta.

- ¿Así sientes las piernas?.- rio Luisa mientras fingía temblar.

Paró por un momentos y observó a su alrededor con una cara seria y el dedo índice en los labios. Estaba haciendo puchero.

- Yo veo... hojas volando de varios colores. Son muy juguetonas.- señaló Luisa.

Joseph la observó curioso y desvió la mirada a las hojas. Hubo un suave silencio. Él subió sus piernas y las abrazó, sólo para descansar su mentón sobre sus rodillas.

- Revolotean por el viento.- dijo con calma. Miró entonces a Luisa.- ¿Te gusta venir aquí?.- preguntó con curiosidad.

Luisa le sonrió tristemente.

- Me encanta venir aquí.

Joseph le sonrió, aunque salió más bien como una mueca ida. 

- A veces es más bonito que hoy.- le sonrió aún más.

Se encogió de hombros y vio algunos pájaros que sobre volaban el cielo azul. Luisa siguió la mirada de su amigo y vio un pájaro azul posarse en un árbol cercano. Lo señaló.

- Siempre he pensado que soy un pajarito azul. Tan pequeño y llamativo a la vez...- pensó en lo melancólico que estaba Joseph y agregó.- me gusta compartir con ustedes.

Joseph sonrió.

- Un pajarito azul es algo muy bello. El azul para nosotros es importante.- soltó un suspiro.

Luisa vio un cardenal acercarse al azulejo. El plumaje rojo escarlata con copete negro brillaba con el sol.

- Tu serías un cardenal.- dijo animada, y se levantó de un salto.- así tú y yo podemos volar sin movernos de aquí.

Estiro los delgado brazos y los movió con elegancia simulando el vuelo de un ave. Sus dedos suavemente tocaron el aire como si fuera seda. Sonrió al mirar su amigo. Joseph se rió.

- Menos mal no dijiste que era un coralillo. 

Soltó una carcajada más fuerte y se recargo en el banquillo. Lentamente se calmaba un poco a poco. Comenzó a reírse de Luisa.

- Te pareces tanto a Tate y sus loqueras.- le dijo con diversión y cariño.

Ella entrelazó sus dedos por detrás de su espalda y se inclinó con aires infantil hacia Joseph.

- Eso es culpa de todos ustedes por dejarme tanto tiempo hablando con él.- sonrió divertida.

Se incorporó y empezó a girar como una bailarina. Una y otra vez, hasta que se tropezó con sus propios pies y se tambaleó. Logró estabilizarse, para no caer, estirando sus brazos y los agitó. Se enderezó.

- ¿Sabes por qué me gusta venir aquí?.- dijo melancólica.- porque puedo ser yo sin ser juzgada... esto... lo que ustedes y yo hacemos... yo lo hacía sola de niña. Mundos fantásticos donde yo exploraba y habitaban muchas personas interesantes, valientes, criaturas mitológicas y fantásticas ¡Miles de aventuras! Nunca me fue aburrido... hasta que esa voz me dijo que no podía hablar en voz alta sobre mis mundos porque las personas pensarían que estaba loca... vi su cara. Ella no era uno de mis amigos imaginarios, sin razonamiento. El era tan maduro y externo... nunca dejé de visitar mis mundos... pero con el tiempo se me hacía más doloroso ir

Joseph la miró unos segundos y apretó los labios. 

- A veces la realidad es más dura. 

Se puso de pie. Le tomo de la mano y la apretó. Joseph le sonrió con suavidad.

- El pasado y la realidad puede pisarse de vez en cuando; No porque alguien no vea lo que tú ves, no quiere decir que no exista. Sólo... Viven en realidades distintas. Y quieren hacer que la tuya sea dura.- le explicó.-... Y tal vez lo logren muchas veces.- se encogió de hombros.- ... Pero de algo debes estar segura.- la miró con más calma.- ... sus realidades apestan y son aburridas. Mejor hay que tenerles lastima.- se rió. 

La jaló y comenzó a caminar a través del pasto.

- Vayamos al campo de girasoles. ¡Seguro te gusta!

Lagrimas de escarchas rodaron por las mejillas de Luisa y ella con una sonrisa se las limpió. 

- Soy pésima consolando. Siempre ustedes me terminan consolando... Esa voz... venia de mi misma. De mi cabeza..- Se echo a reír.- ¡Obvio! ¿A quien no le gusta los campos de girasoles?

Balanceo la mano entrelazada con la de Joseph; y dio brinquitos. Este rió. Se detuvo unos momentos y se llevó la mano a su propio mentón.

- Pensaba cómo llegar al campo más rápido. 

Desvió la mirada hacia la mansión y vio a Hermione sentada debajo de un árbol. La bruja de cabello castaño claro, tez clara y pecas en la cara leía un libro y parecía muy metida en él.

Tomó a Luisa de la mano y fueron hacia ella.

- ¡Hey! ¡Mione!.- soltó Joseph.

La chica de cabellos despeinados alzó su mirada marrón y soltó un jadeo al ver a Luisa. 

- ¡Hola, chicos! ¿Qué pasa? ... ¡Luisa! ¿Qué tal?.- soltó la chica.

Luisa soltó la mano de Joseph y abrazó a la chica. Solo habían hablado una vez pero para ella eso era más que suficiente. Se apartó de Hermione.

- Me dejaste sola con estos vatos.- se rio.- ¿Quieres venir con nosotros al campo de girasoles?

Hermione soltó una risa graciosa. 

- Ya sabes cómo son de posesivos. ¡Pero deja que vuelvan a ser mujer cómo naturalmente deberían de ser! Y serán una bola de perritos de tacita.- soltó una risa más grande. 

Joseph rodó los ojos y se rió.

- ¡No sigas, mione! Por cierto, ¿Si quieres venir? Sirve que recoges varios girasoles para tus pócimas.- soltó Joseph intentando convencerla.

Hermione se rió y vio a Luisa, con ojos de complicidad femenina. Ella se puso de pie, limpiando su falda porque se había llenado de hojas.

- ¡Pues claro! Vayamos.- Saco su varita.- Ahora tomense de las manos, ¡Que sentirán un jalón!

Como un agujero negro que absorbe rápidamente los colores los tres desaparecieron para que sus colores volvieran a tener formas en un campo de girasoles que se extendía más allá del horizonte. Las hojas y pétalos cercanos se desprendieron y formaron un remolino entre los tres amigos.

Luisa vio maravillada el campo y estiró su mano al girasol más cercano, lo tocó con delicadeza. Amarillo alegría y marrón sólido contrataban con el verde vida. La chica pasó sus dedos por el tallo y las hojas con diminutos vellos blancos. 

Las diferentes texturas y colores fuertes llenaba de alegria la vista. 

- ¡Hermione, mira! Es muy hermoso.- dijo emocionada Luisa.

Volteo para ver a la chica pero su mirada se centró en Joseph. Ella sonrió dulcemente. Los colores del campo de girasoles hacían maravilloso constataste con los colores de Joseph. Cabello oscuro en punta, tez clara y esos ojos de miel. Brillaban peculiarmente allí en medio del campo. El sol le daba de frente dejando la sombra oscura de Joseph constatarse de él con los girasoles.

- Uff, lo sé. Es precioso este lugar. ¡Ya quisiera mi escoba y jugar quiddicht con el fresa de Malfoy!.- dijo la Bruja.

Hermione soltó una risa grade y comenzó a recoger flores y más flores, olían precioso. Luisa se echó a reír con lo que la bruja dijo. Una imagen del rubio mago con cara de fresa se le vino a la mente. 

Joseph se acercó a Luisa.

- ¿Te gusta este lugar? Es mi favorito. Siempre que las emociones apagan el cielo, me gusta venir aquí. 

Se agachó y tomó un girasol. Al arrancarlo, este se enredó en su mano como enredadera y comenzó a abrazar la mano de Joseph mientras otro crecía en su lugar.

- ... Intenta tomar uno y verás que te abrazan sus pétalos amarillos. Traen mucho amor.- explicó Joseph.

Vio con asombro como el girasol abrazaba la mano de Joseph. 

- De donde yo vengo si una planta te abraza no es bueno.- se echo a reír nerviosa.- parece que te quiere comer.

Suspiro y con gran esfuerzo tomó un pequeño girasol. Vio cómo adorablemente este se enredaba entre sus dedos.

- Al parecer cada uno de ustedes tiene un lugar especial en el sistema.- sonrió con dulzura al ver el otra bebe girasol crecer.- ¿te gusta aquí por los colores brillantes?

Joseph acaricio el girasol y este brilló aún más. 

- No, me gusta aquí porque ellos no mueren así sigas arrancandolos hasta el cansancio.- explico.

- ¡Chicos, venir acá!- soltó Hermione.

Joseph desvió la mirada hacia la chica. ¿A qué hora esa bruja se había escapado? El joven se rió. Tomó a Luisa de la mano y ambos fueron corriendo hacia Hermione.

Luisa por un momento se perdió entre los colores del paisaje y en Joseph quien la tomaba de la mano. Los suaves movimientos de los girasoles producidos por la fresca brisa, los rayos de sol que hacían resaltar el amarillo de los pétalos mientras se movían con el viento, las hojas que susurraban al pasar a su lado, y la mano del chico, que con su calidez le hacía sentir que ese momento mágico si era real.

Pareció un largo viaje en un parpadeo, pero al fin llegaron a donde estaba la bruja.

- ¿Que debemos mirar?.- pregunto Luisa detrás de Joseph

- ¡Miren, miren esto!- soltó Hermione.

Joseph soltó un jadeo a ver a la criatura blanca en el suelo. Era un unicornio herido; y parecía agonizando... Hermione saco su varita y pronunció varios hechizos, pero el unicornio emitía un lamento suave en forma de chillido. Su brillo se estaba perdiendo. Joseph y Luisa se agacharon, el animal estaba a punto de morir. 

Hermione soltó un suspiro. 

¿Quién habría hecho algo tan horrible? Un unicornio eran de las criaturas más puras en el sistema. 

- Esta sangrando mucho, chicas.- dijo Joseph. 

Hermione se llenó de ira.

- Tal vez fueron las brujas negras... Pero eso no importa. Hay que tratar de salvarlo.- dijo ella. 

Joseph miró a Luisa con algo de tristeza. Esta era la razón por lo que el sistema se sentía melancólico hoy. La muerte de un unicornio siempre se sentía y dolía. 

- Tiene sentido...- soltó Joseph.- La sangre de un unicornio te mantendrá vivo, incluso si estás al borde de la muerte, pero a un precio terrible. Has matado a algo puro e indefenso para salvarte a ti mismo, y tendrás solo media vida, una vida maldita, desde el momento en que la sangre toque tus labios.- dijo él.

Luisa estaba horrorizada. No podía pensar en porque había pasado eso. No podía razonar. La aleta en su cabeza le decía “ahora no es hora de pensar, debes actuar”. Así que solo siguió su instinto. Observó por todos lados buscando algo, cualquier cosa que le dijera sin palabras que lo “usara” porque era lo correcto ¿usarlo para que? ¿Que podía hacer por una criatura que estaba muriendo delante de sus ojos? ¿Parar el sangrado? ¿Eso en verdad ayudaría en algo? Sabía que no... pero se negaba a quedarse con los brazos cruzados. Se estaba agitando, hasta que sus ojos achocolatados enfocó a la bruja.

- Tomaré prestaron esto unos momentos Hermione.- dijo la castaña determinada. 

Antes que la bruja pudiera contestar Luisa le quito su túnica. Estiro la prenda y con varios giros hizo un grueso vendaje; cubrió la herida del cuello del unicornio. La cortada era profunda y sangraba. Hizo presión en el sangrado, este paró. Al tocar la sangre brillante del unicornio sintió dolor en el pecho. Sentía el dolor y terror de la criatura como si fuera suya; la garganta de Luisa se cerraba con capricho, sintió presión en los brazos, pensé que se les desmayaría.

“Oh no. Ni creas que me voy alejar” pensó furiosa. Apretó más y la túnica mágicamente absorbió la sangre derramada. Hermione miró el acto y sintió un peso en su pecho. Odiaba que  maltrataran las criaturas mágicas. Ellas jamás tendrían la culpa del dolor y la locura que yace en el alma. 

Acaricio la cabeza del animal. 

Joseph permanecía en silencio. Se acercó más y acaricio lentamente el estómago de la criatura. La sangre plateada del unicornio mojaba las manos de los presentes. 

El unicornio herido soltó otro lloriqueo. Una lágrima color perla salió de los ojos del unicornio antes de que ellos se apagaran por completo. Luisa sintió cómo la poca calidez que emitía el cuerpo del unicornio se escapaba como un suspiro. Una lagrima escarchada rodó por su mejilla morena. Estaba molesta por esa situación. 

- No...- soltó la bruja. 

Comenzó a llorar en silencio cuando presenció el fallecimiento del animal. La piel de los tres absorbieron con suavidad la poca sangre color plata que había en sus manos. Joseph sintió profundo malestar. 

El viento removía los árboles cercanos. Hermione se agachó para abrazar a la criatura. No podía evitarlo. El dolor de verlo morir era profundo. Cómo una daga en cada uno de los alters.

Lentamente los girasoles comenzaron a envolver el cuerpo del unicornio y a brillar poco a poco. Los tres observaron con asombro lo que pasaba. La castaña levantó con cuidado las manos del animal y su mirada quedó vacía. No importaba cuando tratara de sanar a los demás, siempre estaba ese punto sin retorno que la miraba con frialdad. Su cuerpo se levantó a ver cómo los girasoles envolvía a la criatura

Joseph soltó un suspiro.

- Lamentamos que hayas visto esto.- dijo Hermione, ganándole el pensamiento a Joseph. 

Ella se secó las lágrimas. Los girasoles envolvieron el cuerpo del animal hasta tragarlo por completo. Un brillo blanco y puro resplandeció por el lugar. Fue tan grande que Joseph tuvo que desviar la mirada, pues calaba mucho.

Cuando el intenso brillo se apagó, en su lugar quedó una rosa plateada. Hermione se acercó y le dió un beso. Los pequeños girasoles bebé, se enredaban por el tallo y la combinación de colores hacia que las emociones revueltas del sistema lentamente se apaciguaran.

“Nada nunca muere realmente” pensó Joseph con melancolía y alegría. Una combinación extraña. 

Se puso de pie y apretó la mano de Luisa. 

- Creo que es hora de irnos.

Ella miró con una sonrisa triste a Joseph. 

- No se preocupen por si lo vi o no. Mis ojos a visto almas salir de cuerpos humanos mientras yo trato de revivirlos... esta es la primera vez que veo que renace esa alma más bella que nunca.- miró con esperanza a la hermosa rosa rodeada de bebés girasoles.- aqui no estamos de luto. Estanos presenciando el cambio de vida. El nacimiento de un ser sin dolor.

Con esto cerró los ojos y se desvaneció mientras sostenía la mano de Joseph. El cambio de vida del que Luisa hablaba no tardó en aparecer, hace años Diana, una persecutora del sistema fue dormida. El unicornio en agradecimiento por acompañarlo en su partida les devolvió a la alter que dormía. Con ello el sistema Aurora se estabilizó.

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