Luisa iba de salida de la mansión, acaban de calmarse un poco al visitar a Noel en su cuarto. Se había escabulló al Sistema para verlo, tenía que ver con sus propios ojos lo que era capaz de hacer un alter como el señor Coppola, un persecutor, un protector extremo. Frunció el ceño. Después de que ella desafiara al estimado caballero este tocó el hombro de Tate y desató sus inseguridades. Recordó cada palabra que Milton le dijo cuando preguntó por la crisis de Tate posterior a ella confrontar al estimado.
“Está herido.- le comentó Milton.- Ya no quiere más dolor. Y sí, está en lo correcto.
Anoche Coppola simplemente tocó el hombro de Tate y le hizo sentir el abandono que siempre ha sentido. Nerón sintió su cólera en aumento y Tate se salió de control. Coppola sólo se rió y dijo ‘Sólo recuérdalo, y la próxima vez, intenta pestañear más fuerte porque con los ojos muy abiertos, se te puede meter las bacterias.’ Tate entonces se volvió loco teniendo una crisis muy fuerte.”
Luisa se quedó mirando por la ventana un momento. Para controlar a Tate varios alters tuvieron que intervenir, y el más herido fue Noel.
Ya iba por el corredor a la puerta principal cuando sintió una mano masculina en su hombro.
- Hola querida.- sonrió Jhon.- Sabía que estabas visitando a Noel.
Era un hombre alto, grande. 1,89 mts. Luisa se sonrojó. Al protector principal nunca se le escapaba nada. Ella lo miro a los ojos dorados.
- Sabes que me preocupo por todos ustedes... y me siento responsable por lo que le pasó.
Jhon la miró con ternura y le colocó una mano en la cabeza.
- No fue tu culpa. Mucho antes de ti hemos tenido crisis internas muy fuerte.- animándose otra vez sonrió.- ¿Ya te vas? Mejor quédate, quisiera que conocieras alguien muy especial para mi.- se rio por lo bajo.- hasta espero que aceptes tomar una taza de té con ella.
El sonrojo en la cara de Luisa aumentó. Y tímidamente contesto.
- Esta bien.
Jhon sonrió y la guió a la sala de estar, en esta estaban Kyelie con varios niños; Tom, Tania, Luz, Fátima y Melody.
Fátima se mordía los dedos de las manos, y Melody le impedía que lo hiciera mientras Kyelie arrullaba a un Tom berrinchudo.
- Pasa hija.- expresó Jhon.- Niños, saluden a la señorita.
Los nenes presentes rápidamente hicieron señal de obediencia como a un sargento se le haría. Jhon se rió y rodó los ojos. Los niños a veces eran sumamente bromistas.
- ¡Buen día Luisaaa!.- respondieron en coro.
Jhon se rió
- Vayamos a la habitación de Aimé, muchacha.- dijo el hombre.
Luisa rígida y apenada se dejó guiar por Jhon. Aunque le alegró ver a Keylie después de tanto tiempo. Quería saludarla pero su bochorno le cerraba la boca. Así que solo sonrió
Jhon le indicó el camino. Era un pasillo que llevaba a varias puertas. Las primeras estaban cerradas, que indicaban que aún estaba el alter durmiendo. Llegaron a las escaleras.
- Tendremos que ir al tercer piso.- le explicó.
Vio algunos juguetes en las escaleras y comenzó a recogerlos soltando cosas como "estos niños, ya les dije que no jueguen en las escaleras".
Luisa se rio por lo bajo a ver cómo Jhon recogia los juguetes.
- No los regañes Jhon.- dijo la pequeña chica.- son niños.
Rápido llegaron al segundo piso. Podía empezar a sentirse un silencio profundo mientras caminaban. Pues la habitación de Winston estaba cerca.
Había una pequeña sala donde estaba Amelie, Milton, Alexa y Diego. Los cuatro en silencio, viendo una TV que no emitía ruido alguno.
Alexa y Diego jugaban cartas, los chicos sólo alzaron la mirada hacia Luisais y al abuelo Jhon, y saludaron con la manita.
Ella vio con alegria a los rebeldes Darling, les hacía recordar a James y eso calmó algo sus nervios. Miró a Milton y uso toda su fuerza de voluntad para no saltar sobre él y abrazarlo. Aún se sentía inquieta porque Jhon la fuera detenido en la puerta y llevado adentro de la casa estaba muy tímida en esos momentos.
- Hola chicos.- dijo alegremente mientras elevaba una mano en forma de saludo.
Los niños habían respondido su saludo. Pero Jhon siguió guiandola por el piso.
Era madera negra y llegaron a un pasillo donde había una cruz a cada lado del pasillo, junto a más y más puertas hasta una habitación en especial. Había una cruz Borgoña incrustada en la madera, pero siguieron caminando.
La joven sentía que cada una de esas formas cruzadas le susurraban cosas. Secretos que nadie más quiere oír. Y ella se rio al ver que la gran mansión era como una vez la soñó.
Llegaron a las escaleras del tercer piso y Jhon subió junto a la chica. Se sentía ya un poco cansado de tanto subir escaleras. Vio a Luna y a la vieja abuela Prudence acariciarle la cabeza a la rubia. La chica estaba llorando muy molesta.
La señora Prudence le sonrió a Luisa.
- Buen día, mi niña.- dijo la señora con voz algo metálica, por el desuso.
Luisa olvido por completo las fascinantes cruces que había visto antes de ver a la pequeña Luna.
- Buenos días...- murmuró por lo bajo. Supuso que nadie la oyó.
Miró a Luna y su corazón se iluminó como lo hacía cuando veía a Milton. Quería saltar y tomarla en los brazos para besarla y hacerle cosquillas y así dejara de llorar. Pero al ver a la dulce anciana se pego al piso.
- Hola, mamá. Aimé no ha despertado, ¿Verdad?.- preguntó Jhon.
La habitación de la señora Coppola estaba al fondo. Su puerta era de madera negra.
La vieja Prudence negó.
Jhon asintió y le dijo a Luisa que la siguiera hasta llegar a la habitación. La mirada de ella se clavó en la puerta negra al escuchar el nombre femenino del estimado señor Coppola. No lo odiaba, solo que se sentía a la defensiva al saber del caballero. Le alivio saber que no se había despertado. No quería un encuentro con ella ahora que por fin veía la gran mansión por primera vez... con guía.
Obediente siguió a Jhon. Lo haría sin pensar. Jhon podría decirle que entre a una cueva llenada de demonios y ella lo haría.
Jhon abrió la puerta. Esta automática mente se abrió cuando él la tocó.
Era sumamente fría. Había algunas velas encendidas y las cortinas abajo. Aún así, la poca luz de afuera se colaba entre ellas.
La habitación era amplia, había una mini sala a unos pocos metros. Una pequeña biblioteca con los libros de la señora Coppola.
Olía a roble recién cortado y rosal. Justo en la ventana había un balcón que daba directo al mar y una silla cómoda con una mesa de cristal.
Había varias puertas. Una para el baño, otra para el salón de música y otro para el enorme guardarropa de Coppola.
Jhon pudo escuchar a alguien llorar. Perla estaba sentada al borde de la cama de su madre. Aimé dormía plácidamente. Su cabellera rubia se extendía por las sábanas. Su rostro estaba templado y usaba un suave vestido color coral que con la poca luz interior, se veía oscurecido por las sombras.
- ¿Perla?.- dijo Jhon.
La niña alzó la mirada al ver a su tío. Sus ojos estaban inyectados en sangre. Al ver a Luisais, la niña soltó un jadeo.
- ¿Qué hace ella aquí?
Luisa le dio gusto ver a Perla, siempre le daba gusto ver a la niña princesa. Pero al ver cómo la fulminaba con la mirada supo que ella sabía todo lo que había pasado. Eso le alegro. Prefería mil veces que la vieran como ella era realmente y no como una ilusión dulce. No pudo evitar recordar cuando Perla y Milton le cantaron la canción en italiano. El rencor de la niña la alivio. No es tonta.
- Buenos días pequeña princesa.- dijo Luisa a Perla en tono dulce.
- Lárgate de aquí. ¿Cómo te atreves a venir cuándo sueltas y despotricas con veneno que eres peor que Alex? ¡Que eres peor que mi mamá Lola! ¡No la quiero aquí, tío! ¡Vete, Luisa!.- le gritó.- Tú no tienes ningún derecho a ser hipócrita. Perdiste todos desde el momento en que quisiste pasarte de lista, ¡Lárgate!
Luisa desvió la mirada a la mujer rubia que dormía. Y no pudo evitar ver cómo las cicatrices del alma de esa mujer le hablaban y susurraban cosas desagradable, crueles. La vio poderosa en su estado durmiente. De verdad era de titanio la señora Coppola.
- Ya te dije que te fueras, Luisa.- le dijo Perla al ver que ella seguía parada ahí.
Jhon se quedó en silencio. Comprendía ambas partes y su imparcialidad era común en estos casos.
- Soy peor que él porque yo si soy real, pequeña princesa.- Lo dijo sin apartar la mirada del cabello de la señora Coppola. Los susurros iban a en aumento y ya querían formar imágenes en su cabeza.- y la verdad duele.
Luisa cerró los ojos. Ya no podía seguir viendo más el pasado en la piel de la reina de titanio
Perla la miró.
- Vete a la mierda, Luisa. Lárgate ya. No eres bienvenida ya y menos en la habitación de mi mamá.- gritó.
Su ira iba lejos. Estaba empezando a hacer frío y las velas se apagaron. No quería ya ver más a la señora Coppola. No ahora. No ver más sus heridas. Luisa no se apartó, solo se concentró en la ira de la princesa. Era menos doloroso verla a ella que a su madre. Y sonrió agradecida que ella estuviera allí, gritándole. Lo agradeció
- ¡Lárgate!
Jhon se acercó a Perla y puso una mano en el hombro de la niña.
- ¡Lárgate ya!.- gritó llorando.- ¡No tienes ningún maldito derecho a provocar a mi madre! Sabías bien lo que ella es capaz y aún así juegas con el sistema. Jodes. Y sigues jodiendo. No estás equivocada, Luisa...- Se quedó callada unos segundos, mirándola.- Si eres peor que esa basura de mierda que nos hizo daño. Porque tú juegas a "ayudar" y al final lo que vas hacer es apartarnos. Eso es lo que harás... Apartarnos.
Jhon se quedó en silencio. Apretó el agarre del hombro de Perla y luego la niña cayó desmayada. La cargó con suavidad y la acostó a lado de su madre. El hombre soltó un suspiro.
Con paternidad propia de él, acomodó el cabello de Perla y limpio sus lágrimas. La arropó junto a su madre. Acomodó el cabello de Aimé también.
Se acercó y les dió un beso en la frente a ambas. Era ese amor y esa comprensión que un padre sentía. Muy a pesar que ambas fuesen persecutoras a su manera. Y Aimé su hermana.
Las palabras de Perla hirieron a Luisa donde lo esperaba. En el esternón.
“Buena chica, lo hiciste bien” pensó ella.
Contrario a lo que pensaban los amigos de Luisa, ella prefería que le dijeran la verdad. Odiaba que le ocultaran los sentimientos, la hacían sentir loca porque ella seguía viendo los sentimientos aunque las personas se los guardaran y los callaran. Pensó que si la señora Coppola le fuera gritado como Perla no abría pasado todo eso.
Apretó los labios al ver caer a Perla. Aún así no se movió, colocó las manos en su espalda y espero. Espero que Jhon la regañara.
Aún así veía a Perla con ternura, diferente a cómo veía a Milton, pero al fin acabo sin ningún rencor. Sonrió para sí misma. Luisa sabía que estaba haciendo mal, pero no se iba a retirar.
- Jhon...- comienzo a decir esperando que él la guiara.- ¿puedo acercarme a Perla?
La voz de Luisa le hizo salir de sus pensamientos y la miró. Le sonrió con calma.
- Claro que sí, hija. Acércate. Ellas no te lastimaran. Sólo necesitan dormir y ya.- le dijo en voz tranquila.
Luisa sonrió y se acercó. Toco el cabello de Perla con delicadeza, al hacerlo orondas cortadas aparecieron a en la mano de Luisa, esta las miró sin emoción alguna. Aparto la mano y se secó su sangre en el pantalón. No quería manchar a Perla con eso, se molestaría más. Viró fijamente a Perla y frunció el ceño.
- Jhon... ella no colapsó ¿la dormiste tu?.
Jhon asintió.
- Era lo mejor. Es sólo una niña... Y aunque no me gusta dormir a mi sistema, hice una excepción con ellas. Es lo mejor.- le explicó con voz calma.
Sin mirarle la cara a su amigo toco la mejilla de Perla. Su mirada se perdió en los suaves pómulos de la niña, esta vez sintió como la piel de sus dedos ardían al tocar las de ella. Miles de pequeñas eléctricas la atravesaban. Pero no retiro la mano. Vio un Moreno con suéter rojo; la miraba con pircadia. Apretó los labios ¿un recuerdo de Perla? ¿Sería Alex? ¿Ya se volvió loca otra vez? Aparto la mano y se le oscureció el rostro a Luisa. Los recuerdos los odiaba más que cualquier cosa, porque no sabía que era real y que no, que era suyo y que eran de los demás.
Luisa se apartó de Perla. Esa imagen la asustaba más que cualquier otra cosa. Jhon puso una mano en el hombro de la muchacha. La notó algo afectada e hizo que lo mirara.
- ¿Quieres que vayamos abajo? Alguien especial quiere conocerte.
- Si...
Luisa temblaba, y las lágrimas se derramaban por su cara inexpresiva. Se toco el pecho, le dolía. Sintió como sus manos temblaban de miedo. Respiraba con dificultad. Esa imagen... no se la podía sacar de la cabeza. Ese chico... ¿como podía estar asustada por un rostro que ni siquiera sabía si existía?. Jhon la ayudó a caminar hasta salir de la habitación.
- Todo está bien... Seguramente Perlita se disculpe contigo en unos días. No es una niña mala. Sólo está herida, pero nada más... Recuerda que todos sanamos a nuestro tiempo —le secó las lágrimas con calma y la guío nuevamente por el pasillo de cruces.
Luisa estaba ida. Y agarro valor mientras lloraba.
- Jhon ¿quien es ese muchacho? El de la sudadera roja. Le tengo miedo
Luisa escuchaba más fuerte la voz de su cabeza “me hará daño, me lastimara, me dañara” y sin darse cuenta ya esas palabras las estaba murmurando. Agarro con fuerza el brazo musculoso de Jhon mientras con la otra mano se clavaba las uñas en su propia carne.
Jhon la miró unos segundos. Sus ojos dorados la observaban preocupados.
- Muchacho de sudadera roja... De ojos de un verde muy oscuro, según mis recuerdos ...- soltó un suspiro. Puso su mano encima de la de Luisa y apretó. Haciendo que lo mirara.- Alex. Es Alex.
Asintió más para si mismo que para ella. La tomó del brazo con calma.
- ¡Malfoy!.- gritó.
Estaba cerca de la puerta de su habitación. El mago rubio de ojos grises dejó su lectura y salió del cuarto, mirando a Luisa y a Jhon. Parpadeo y lo miró con el entrecejo fruncido, más por preocupación que por otra cosa.
- ¿Qué sucede, padre? ¿Están bien?
Jhon soltó un rotundo No.
- Ayúdame. Quiero que nos aparezcas afuera. Luisa no está en condiciones para caminar.
Malfoy asintió. Rápido entro por su varita, que estaba en su tocador y salió de nuevo. Murmuró un encantamiento de aparición mientras tomaba a Jhon del brazo. No había necesidad de tomar a la muchacha, pues ella tenía aferrada la mano en el brazo de su padre.
Rápidamente aparecieron afuera. En el patio trasero. Había árboles y el clima era fresco con un nublado cielo. El aroma a tierra húmeda lleno las fosas nasales de ambos hombres. Jhon ayudo a Luisa a qué se sentara en uno de los banquillos.
Luisa salió de su estupor. Parpadeo varias veces antes de ver a los ojos dorados de Jhon.
- ¿Verdes? Eran claros los que vi. Casi que pensé que eran azules.- suspiró aliviada.
No era Alex. Y eso era lo que le importaba. Una mariposa amarilla captó su atención y con su revoloteo se perdió en movimiento rítmico del pequeño insecto. Eso la hizo sonreír
Jhon le sonrió.
- Si no era Alex entonces era alguien más.
Soltó un suspiro. Malfoy los veía preocupados.
- Papá, ¿Quieren que les traiga algo? ¿Están bien?.- pregunto el joven.
Su cabello casi platinado estaba un poco largo. Observó a Luisais y soltó un suspiro.
- Traeré algo de Té con miel. Ya vengo.
- No importa Jhon. Mientras me haya equivocado me es suficiente.- sonrió ampliamente.- creo saber quien es y no es algo real. Ustedes no lo conocen porque no existe. Debe ser el chico de ojos grises que veo cuando estoy estresada.
Luisa se echó a reír con ganas. Debía encontrar la sertrialina de verdad. Ya la ansiedad la estaba haciendo alucinar. Recibió el té y de una vez se vertió su dulce contenido en su boca. Le hormigueaba aún la cara pero ya no tenía esos horribles pensamientos
Jhon le sonrió.
- Puede ser muchas cosas. Y eso está bien... Pero lo que debe de importar es tu bienestar. ¿Por qué no bebes algo de agua en la realidad? El calor debe estar insoportable.
- Bebí agua muy fría.- sonrió dulcemente.- por eso me calme.
Jhon recibió también su té y bebió poco a poco. Parpadeo al ver algo a la distancia. Había unos caballos y Aarón estaba montando un bonito macho negro.
- Mira eso...- dijo Jhon.
Miró en la dirección que Jhon le señalaba y vio a Aarón con una camisa de vestir blanca desabotonada. Elevó la ceja. Siempre le había parecido muy masculino y sin embargo podía estar cerca de él y sentirse alegre.
- Esta mirando hacia allá, ¿Ves?
El caballo aún estaba detenido. Se había parado en algún punto de todo el prado, justo atrás de la valla. Vio entonces una yegua gris llegar junto a su jinete. Se trataba de James.
Jhon se rió.
El rostro de Luisa se iluminó. Ver a James siempre la llenaba. Vio el trote de la yegua con atención y el cabello de James se balanceaba. Otra vez el movimiento hipnotizó a Luisa.
- Los dos parecen tranquilos... ¿Te gustaría algún día montar a caballo aquí dentro? James puede enseñarte.- le preguntó.
Le calmó verla más tranquila.
Luisa se sonrojó. Y negó con la cabeza. Aún no podía estar cerca de James... Jane era diferente.
Jhon se rió. Desvió la mirada hacia los hombres montando a caballo. Ambos caballos parecían inquietos, querían correr. Aarón se estiró y jaló a James del cuello y le dió un beso golpeado. James lo empujó y comenzó a correr sobre el caballo.
Luisa vio a Aarón y sonrió, bebió otro trago del té para disimular la sonrisa de complicidad que tenía. Si Aarón se le acercara ahora ella no podría contener tomarle el pelo.
Jhon se rió al ver cómo ambos se alejaban.
- Bueno, no hay problema.- dijo divertido.
- Oh, ¿Recuerdas que te dije que quería presentarte a alguien especial?.- le pregunto.
Algunos pasos tímidos se oyeron. Pero no llegaron. La joven al escuchar a Jhon sintió como una brisa amarilla se paraba fuera del campo de visión de ella. La siento tímida así que fingió seguir bebiendo el té. Bendijo a Malfoy por traerle el té.
- Oh, si.- dijo Luisa.- ¿Quien es?
- ... Se trata de una sorpresa para Tina.- Jhon sonrió.- Brina, ven aquí.- añadió el hombre.
La pequeña niña de cabellos rubios, amarillos y rizados apareció tras Malfoy. Este soltó un bufido. Paciencia tenía poca.
- Anda, Sabrina... Ve con tu abuelo y con Luisa...anda ve.
La bebé se escondió tras Malfoy de nuevo. Este entonces la cargó y se acercó a Luisa.
- Ella es Sabrina... Una de las hijas perdidas de Tate.
Luisa abrió mucho los ojos. Su boca formó una O. La cabeza se le llenó de estrellas brillantes y amarillas. Se dijo así misma que ellas no se habían integrado, que estaban tan deprimidas que se habían camuflado. Sin pensarlo dejo el vaso de té en su asiento. Se acercó al frente del mago y coló las manos sobre su espalda. La niña se asomó y miró a Luisa. Eran los ojos de Tate. Luisa sonrió.
- ¿Sabes? Tu padre tiene esos mismo colores brillantes que tienes tú. Por lo que le digo mi chico dorado.- sonrió.- pero tú, tú eres una estrellita brillante. ¿Te sabes la canción de “estrellita”?
La niña miró a Luisa con timidez. Ella sentía mucho dolor. Sus memorias estaban revueltas pero apretó la boquita.
- No, ¿Es bonita? —pregunto por la canción.
- Es muy linda ¿quieres que te la cante? Pero no te vayas a burlar de mi. Es que tengo una voz que suena como un gato ahogándose.
Luisa espero paciente que la pequeña respondiera. Sabrina bajó de los brazos de Malfoy y se acercó a Luisais. Le sonrió contenta y se rió bonito.
- ¿Me la enseñas?.- dijo más emocionada.
- Por supuesto que si linda.- respondió Luisa y cantó la canción lo mejor que pudo.
Sabrina sonrió muy contenta.
- ¡Me gustan más estrellitas! ¿Me llevas con mi mami? —le preguntó enseguida.
Jhon sonrió. Miró a Luisais y casi que con la mirada le dijo que podía ir. Luisa la cargó complacida mientras charlaba con la niña y le pidió a Jhon que las guiara a donde estaba el chico dorado.
Jhon soltó una risa suave cuando vio a Sabrina contenta.
- Está en su habitación. ¿Por qué no las llevas, Malfoy?
Jhon se sentía cansado. Malfoy asintió y las guío nuevamente hacia dentro de la casa. Abrió la puerta para que entrara Luisa junto a Sabrina.
- La habitación de Tate está en el primer piso.
Luisa tomó la manga del mago de una vez. Sin soltar a la pequeña estrella que tenía en brazos. Y suplico con sus ojos chocolate.
- No me dejes sola
Malfoy la miró unos segundos observándola.
- Bien, no pasará nada. Estás a salvo aquí.- dijo Malfoy un poco desconcertado.
Le sonrió.
- Ok, todo estaba bien.
La llevo junto a la niña a la habitación de Tate. Era de madera borgoña. Malfoy tocó
- Hey, Willmur. Te buscan aquí afuera, abre ya, soquete.- soltó Malfoy.
Puso los ojos en blanco cuando escucho un "vete a la mierda". Alzó su varita y musitó un hechizo para romper el encantamiento negro de la puerta. La abrió y dejo que las chicas pasaran. Dentro estaba oscuro.
- ¿Sabes? Yo no puedo caminar libremente en tu mundo sin un guía. Me perdería y no sabría que es real y que no.- lo miro de reojo y sonrió.- Gracias.
Cuando el humo se disipó vio un furioso Tate. Parecía salvajemente peligroso.
- ¿Que cara es esa hombre? Ya uno no puede venir a esta vaina porque lo recibes así.- bufo fingiendo estar molesta.- Sabrina, creo que me equivoque. Tu mamá solo te quiere ver es a ti, no a su amiga loca.
Se rio divertida de su propio comentario. Tate abrió los ojos. Su cólera se bajó de golpe al ver a Sabrina en brazos de Luisa.
- ¿Brina?.- Se levantó de golpe del suelo. Sabrina comenzó a llorar. Tate la abrazó con fuerza y la llenó de besos.- ¡Estás viva! ¡Estás aquí! Mi bebé bonita.- soltó Tate.
La niña abrazo a su papá con fuerza. El rubio miró a Luisa y le sonrió.
- ¿D-donde la encontraste? Gracias, gracias.- le dijo, tomando de la mano de Luisa.
- Pues estaba entre las cajas que nunca quieres acomodar ¡cochino! ¿No te da pena que la visita limpie tu casa y encuentre lo que perdiste?.- Luisa se echó a reír histéricamente. Vio cómo Tate lloraba y sonrió aún más ¿como era posible que ese loco salvaje lo quisiera tanto? Ni ella misma entendía eso.- Yo te lo había dicho amor.- toco el hombro de Tate.- los alters nunca mueren, y la integración nunca es así de dolorosa. Jhon la encontró, pregúntale a él
Beso los cabellos revueltos de Tate. Mientras más cerca estaba de él la ternura que sentía por el salvaje Tate la inundaba
- Creí que te habías ido con Alía... Creí que Alex había logrado llevarte. Regresaste, regresaste mi niña.- soltó mientras lloraba.
Sabrina le besaba el rostro a su papá. A pesar de que sus lágrimas eran ácidas. Tate miró a Luisa y se rió al tiempo que seguía llorando.
- No te imaginas cuánto creí que se me había ido.
Se limpio las lágrimas y sentó a ambas sobre su cama. Tate se calmó enseguida. Sabrina era inhibidora de su odio.
- Tarado.- chasqueó la lengua Luisa.- sólo tú crees esas vaina. Nunca nos escuchas.- y le pego detrás de la cabeza. De una vez miro a Sabrina.- papá tenía un bicho en el pelo y se lo quité
Brina se rió.
- Papi a veces tiene bichitos.- ella abrazo nuevamente a su papá.
Tate miró a Luisa con ojos de "hija de tu madre" y enseguida se rió.
- ¿Crees que Alía también esté aquí? Ella se fue con Alex. El fragmento de pronto se rompió.
Sonó preocupado. Luisa apretó los labios, abrió mucho los ojos y levantó la mano para darle otro puñetazo a Tate. Pero entrecerró los ojos, le tembló la mano y la bajo a la cama para luego resoplar.
- Cariño, los alters nunca se van a otros sistemas.- esta vez si sonrió dulcemente.- una persona no puede quitarte quien eres. Solo tu puedes hacerlo.
Abrazo a Tate y a Sabrina. Sabía que eso confundirá más a la niña pero Tate lo necesitaba, ella lo necesitaba también.
- Pero esta vez se más paciente. Te darás cuenta la próxima vez donde estarán tus hijas.- beso de nuevo el dorado cabello, olía a suciedad y polvo, se rio.- eres maravilloso, gracias por protegerme de Nerón.
Tate asintió.
- Tenía que hacerlo... Nerón es maldad. Pero él supo entenderme. Yo sólo no quiero que las cosas malas nos persigan de nuevo. Ni cometer los mismos errores.- le dijo con ojos llorosos.
Luisa lo apretó más y le surruro al oído.
- Té equívocas, Nerón te estaba protegiendo de mi. No es malo, solo que sus medio para protegerte son un poco bruscos.- le volvió a besar el cabello y susurró más bajo para que Sabrina no escuchara.- Gracias Nerón por mantener a mi Tate vivo.
Luisa sintió un dolor ajeno y una lágrima rodó por su mejilla. Se aparto de Tate con cuidado y revolvió los cabellos de Sabrina que la miraba con curiosidad.
- Cada vez que el cabezota de tu papá esté mal llénalo de besos. El amor sana todas las heridas
Tate sonrió.
- Muchas gracias por venir, Luisa.
Le sonrió muy grande. La observó de pronto desaparecer. Luisa se esfumó, dejando sólo colores cálidos que envolvian a Tate.
Él miró a su niña y sonrió.