La chica caminaba entre los árboles sin preocupación, hacía ruido al pisar las ramas y hojas secas que pavimentaban el suelo. Un paseo por el bosque sola, ella quería encontrar respuestas a que buscaba Joseph cuando fue atacado. La imagen de la daga de cristal en su pecho hacía que su mente susurrara cosas que ella no entendía. Sabía que Joseph le ocultaba cosas, pero no sentía la necesitad de presionarlo para sacarle la verdad como solía hacer con los otros.
Ella misma buscaría las respuestas a sus preguntas. Sonrió divertida, pensó que era como un juego entre ellos de “adivina que hice”. Si ella descubría la verdad él sencillamente se reiría y le diría que tenía razón.
Su vestido azul le dejaba libertad en las piernas para maniobrar por el bosque. Su cabello marrón en cascada solo estaba sujeto por dos trenzas pequeña para apartar el cabello de la cara.
Antes de siquiera considerar pedir que la acompañaran, ya ella había aparecido en el bosque. Hoy en particular estaba en un lugar que no conocía, muy lejos de la mansión. Su pecho se hinchaba con el anhelo de la aventura, el júbilo de ver y tocar la naturaleza y sobre todo la excitación de conocer ese maravilloso lugar.
Aparto unas cuantas ramas especulando que podría ver en esa excursión. Sus ojos revoloteaban fascinados con la más simples hojas, sonriéndoles como si en cada una de ellas hubiera una fantástica historia que solo sus oídos escuchaban susurrar.
Antes de pasar entre dos arboles gemelos sintió la presencia que la miraba. Elevó la mirada achocolatada a su derecha al entrar en el pequeño clara. Sobre una roca casi tan alta como ella se encontraba un elfo de cabello largo, rubio platinado, con el sol parecía blanco mágico y hacia contraste con su tez pálida. Sus ojos azules brillantes la miraban con atención. Si no fuera por el viento que movía sutilmente su melena y la ropa que este llevaba podría pasar por desapercibido.
Luisa se detuvo y quedó atrapada en la belleza de la criatura que la miraba con atención. Su sonrojo fue en aumento. Se llevó una mano al pecho donde siempre permanecía su crucifijo de acero dorado con una piedra de fantasía. Era su ancla con la realidad. La calmaba.
-¿Que haces aquí?.- la voz masculina pero suave del elfo la hizo reaccionar.- Estas sola, no deberías entrar al bosque sola.
-Lo se.- sonrió Luisa sonrojada.- pero sabes que mi curiosidad no la controlo.
El elfo la observó en silencio. El viento sopló fuerte entre ellos removiendo sus largas cabelleras con las hojas de múltiples colores. Blanco y castaño. Luisa pudo escuchar como el viento traía cánticos elficos que le llenaron el corazón de paz. No pudo resistir y cerró los ojos para complementar su deleite con las suaves caricias del viento en sus mejillas.
-¿Los escuchas?.- preguntó después de un largo rato el elfo.
-Siempre...- susurró Luisa sin abrir los ojos.
No pudo ver como la comisura de los labios del elfo se elevaban en una mueca de sonrisa.
-Ya debes irte, muñeca.- dijo con algo de ternura el elfo.
Luisa abrió los ojos y observó el hermoso rostro. La mirada azulada era como ver el cielo claro, brillante, cristalina; sus facciones armonizaban perfectamente unas con otras. Labios delgados y rosados, nariz perfilada, mandíbula varonil. Una escultura de los dioses. Se rió antes de hacer una reverencia muy sutil hacia el elfo que no se había movido.
-Me retiró.- declaró cerrando los ojos y desapareciendo como escarcha diluida en el agua.