Luisa no atravesó el umbral. Se quedó viendo cómo las sábanas blancas cubrían el cuerpo de su amigo mal herido, los vendajes le rodeaban el torso y la cabeza. Suspiro al ver subir y bajar con calma el pecho de su amigo. Sin que ella lo hiciera consciente su mirada se perdió en el suave movimiento de las cortinas blancas casi trasparentes, la brisa las movía mientras lo rayos del sol se filtraban por ellas, haciendo ver cómo las partículas de polvo bailaban en el aire. De repente un pensamiento la sacó de su estado de trance. Aurora ya la había visto y aunque su albina amiga estaba mal herida aún le mostró una sonrisa al verla visitarla.
“Aurora podrá salir lastima pero nunca ese hecho será por mucho tiempo” pensó Luisa. Para ella Aurora eres especial.
Volvió otra vez la mirada a la respiración de su amigo que yacía en la cama. Hizo una mueca para tragarse sus pensamientos de que él no era Aurora, sus heridas iban a sanar más lento que cualquiera en el sistema porque él estaba herido y cansado desde hace tiempo. Quería ayudarlo, busco ayudarlo, pero Noel al darse cuenta que ella podía ver más de lo que debía en él se había alejado. Odiaba que vieran lo vulnerable que era, y aún así Luisa nunca desvió la mirada, porque para Noel lo que era vulnerable Luisa lo veía como algo natural en su persona, lo hacía humano, y eso a ella le gustaba porque era la prueba fidedigna que Noel existía y no era el invento de su mente. Sonrió al recordar eso.
Sus pensamientos se volvieron a desenfocar y escuchó con atención las manillas del reloj. Su sonido la hipnotizó tanto que no sabía cuánto tiempo duró así. Se alertó cuando vio que Noel se movía. Rápidamente, y llevándose la contraria que solo lo vería, se colocó al lado de su cama y rápidamente examinó a su amigo. Heridas en brazos y cuello, vendeja limpio en torso y cabeza, algunas magulladuras en su hermoso rostro, labios entre abiertos y secos... allí se di cuenta que aún Noel estuviera inconsciente tenía sed. Busco en la mesita de noche y vio el agua, con el popote retuvo el agua fría dentro de él y la empezó a esparcir lentamente por los labios de Noel, se notaba el cambio de expresión en el, así que tomó más agua y poco a poco la fue vertiendo entre los labios de Noel para que no se aguara con ella. Él recibió el agua fresca con alivio en su rostro, ya que no fruncía el ceño.
“Se molestaría mucho conmigo si supiera que estoy haciendo esto” se imagino Luisa mientras sonreía divertida. El enojo de Noel le valía mientras ella pudiera ayudarlo. Agradeció tanto a Jhon que la dejara entrar; aunque ella se sentía responsable en un 100% del disturbio de anoche, Jhon siempre le aseguró que no era así. Que esas cosas pasaban.
La luz de los ojos de Luisa se ensombreció. Ella sabía más de lo que a ninguno y a ella misma le gustará admitir. Ayer ella desafió abiertamente a él distinguido señor Coppola, y aunque este no pasó de ver a Luisa como una basura sin importancia, ella por más odio que sintiera por el caballero al hacer perder el control a Nerón, lo vio como ve a Noel, como humano. Eso hasta ella misma le molestó; porque había manipulado a Nerón para que le hiciera daño a ella, y cómo Tate se dio cuenta de esto antes que cualquier otro en el sistema, se enfrentó a Nerón solo para evitar su violencia. Salió lastimado también en el proceso. Eso fue lo que a Luisa la llevó a tomar la decisión de plantarle cara al estimado señor Coppola. Ella era una extranjera en esa tierra. Una intrusa. Y aún así no se iba a dejar intimidar por alguien como ella misma. Así es, Luisa veía en Coppola una parte de ella olvidada hace años, a quien el amor de Dios fue lo único que la aplacó.
Se irguió y contempló a Noel con cariño. Su mirada maternal acarició cada centímetro del rostro Mila herido.
“¡Si las miradas sanarán!” Deseo fervientemente.
Se dio la vuelta. Ya no podía estar más tiempo allí, podía sentir que él al pequeño Tate cerca buscándola. Y ella no quería verlo aún. Se sentía muy mal y si veía a ese niño se echaría a llorar de muchas emociones. Buenas emociones porque cada vez que lo veía en el interior de Luisa explotaba alegría, dicha, esperas, anhelo, inocencia, y eso eran emociones demasiado fuertes para ella, la rompían en pedazos. De una buena manera.
Y ella quería permanecer en una pieza. Por ahora. Sonrió al salir de gran mansión; y pensó en el distinguido Coppola.
“Sabes que soy pero que los demás, porque ya no tengo nada que perder, ya estoy rota. Esa es la ventaja de ser un KINTSUGI viviente”