A pesar del
sudor que pegaba sus cabellos negros a su frente, el resto se elevaba por la
fuerte brisa. Esperando el golpe final. El golpe que le arrebataría su vida
inmortal. Vio como la blanca mano asesina se levantaba e iba en su dirección.
Moriría de pie, atravesado por estacas de hielo, a manos de una diosa de hielo.
La mano del
verdugo acuno el rostro de él, dejándolo sin aliento. Observo expectante el
rostro de la Reina coronado por su cabellera blanca.
-No me
equivoque contigo.- Dijo suavemente Sure.- fuiste un excelente amante.
Lo beso en
la mejilla, suave y lento, procurando que quedara en el recuerdo de ambos.
Damion sintió el cálido y dulce beso con los ojos abierto, como si una puñalada
con plata caliente doliera menos. Hubiera preferido que lo matase de una vez.
Esto era peor. Definitivamente la compasión era peor.
-Adiós,
sanguijuela.- susurro ella.
Damion la
vio alejarse lentamente y levantar la mano. Ese era su fin. Un ruido fuerte se escuchó.
Un golpe. El olor a sangre y el polvo lleno el aire. Segundos fue lo que vastos
antes de que Sure cayera al suelo. Damion pudo ver la escena con nitidez; cinco
vampiros se lanzaron de las sombras con cadenas y espadas en la mano, excepto
uno que traía un garrote. No eran del grupo del primer punto de encuentro, eran
parte del grupo que habían atacado el centro de la ciudad,la distracción.
Sure estaba
mareada en el suelo y no se pudo defender de las sangrientas manos que la
sujetaban. El ataque sorpresa había resultado solo porque estaba distraída, y
ahora lo iba a tener que pagar caro esa distracción. Su vestido fue rasgado por
el cuello y los brazos, rápidamente el torbellino de manos la sujetaron. Damion
estuvo confundido por un momento antes de entender cuál era las intenciones de
los vampiros.
-No la
maten.- Ordenó.
Pero los
enloquecidos vampiros siguieron jugando con la Reina hasta hacerla sangrar. A
Sure le habían tomado desprevenida inmovilizándola por completo. Pagaría caro
ese error. Uno de ellos levanto la falda, pero se detuvo al escuchar el sonido
de un espejo rompiéndose, el que sostenía la pierna de Sure fue elevado por lo
aires, pataleando en vano para liberarse antes de que su cuello se partiera en
dos con un horrible sonido. La cabeza rodó a los pies de Sure mientras que el
cuerpo era lanzado en dirección contraria. Los otros ya se disponían a
defenderse cuando la espada de plata brillo, trazando medias lunas por los
cuerpo de tres de ellos. Cortes limpios y mortíferos. Los pedazos de vampiros
cayeron uno por uno al suelo duro.
-¿Quién lo
ha hecho?- Dijo el vampiro que se había quedado ciego en la batalla del centro
de la ciudad al ser sorprendido por una nube de polvo de plata.
El ciego
vampiro sintió que le traspasaban el pecho, y el ardor se hizo presente en todo
su cuerpo.
-No me han
escuchado.- Dijo Damion en respuesta.
-¿¡Tu...!?
Esta vez el
vampiro había reconocido la voz dura de su líder, sin poder creerlo abrió los
ciegos ojos por completo. Damion giro la espada aun clavada en el pecho de su
colega ocasionando que la sangre saltara, salpicando la ropa y cayéndole unas
cuantas gotas en el rostro. El vampiro se desplomo sobre sus rodillas mientras
la espada fue retirada bruscamente.
Los
preciosos ojos azules siguieron cada uno de los eventos anteriores, sin
perderse de nada. Pero fue la última escena la que tuvo un real impacto en
ella. Los cabellos negros sueltos de la cola bailando en el viento, el hermoso
rostros sobrehumano de mármol cubierto de sangre haciendo resaltar aun más los
ojos escarlata rodeados por las largas pestañas negras y enmarcados por gruesas
cejas del mismo color, el manto negro agujerado por todas parte, la camisa
blanca rasguñada y manchada de escarlata, y el hilo de humo que se desprendía
de la mano derecha del vampiro al dejar caer la espada de plata.
¿Me
salvo? pensó Sure
incrédula aun. Damion pasó por los cuerpos de sus colegas para quedar de frente
a ella. Su mirada era indescifrable, penetrando en el interior de la dama. Por
un momento pensó que el vampiro la iba a matar. EL silencio se prolongó, y solo
el susurro del viento lo rompía de vez en cuando. Sure esperaba que él digiera
algo primero o que simplemente terminara con ella.
El golpe de
los cascos comenzó a ser más fuerte. El Conde miro en la dirección del sonido.
No estaban lejos. Se dio la vuelta y se perdió en la sombras de los árboles,
Sure trato de seguirlo, pero al pisar sintió un dolor punzante en el tobillo.
El vampiro que la agarro por la pierna le había sacado desprendido la
articulación del pie.
Un criado
que salió a darle de comer a los caballos vio cuando la Reina tomaba un caballo
y se adentraba en el bosque persiguiendo a una figura negra. Llamo a los
guardias y de inmediato se fueron detrás de la Reina. Se guiaron por el rastro
de lanzas de hielo, los tres más rápidos dieron primero con la princesa Ross
inconsciente en el pie de un árbol. Al ver las señales de batalla y la ausencia
de la Reina supusieron que aun luchaba con el secuestrador de la princesa. Dos
se adentraron más mientras que el tercero se quedó con la princesa.
Para su sorpresa
encontraron los cinco cuerpos desmembrados de vampiros y en medio de ellos la
Reina ensangrentada en el suelo. Se apresuraron asistirla. Sure insistía en
levantarse pero su tobillo se lo impedía. Apenas vio a los guardias acercase
les ordeno que le hicieran una reducción. Obediente uno de ellos tomo el
tobillo herido que le señalo la Reina, después de un rápido vistazo agarro con
una mano el pie y con la otra la pierna con fuerza para luego jalar el pie
hacia a fuera y la pierna hacia dentro separando la articulación del tobillo.
Sure apretó los dientes y clavo las uñas en la tierra del dolor en el momento
que el guardia giro la pierna y soltó el pie. La articulación volvió a estar
unida.
La Reina no
perdió tiempo, se levantó y ordeno que se llevaran a su hermana al castillo y
aumentaran la seguridad.
-Pero Su
Majestad ¿Qué piensa hacer?
-Seguiré el
rastro del cabecilla del intento de secuestro, antes que desaparezca.
-Déjeme ir
con usted.- Dijeron ambos guardias.
-No. Si
ustedes vienen conmigo nadie cuidara de la princesa.
-La princesa
está en manos de uno de nosotros. Y vienen ocho soldados más.
Sure los
miro por un momento. Lex y Alex eran rápidos, tampoco es que debería ir ella
sola con las heridas que tenía. Después de reajustar su plan accedió a que la
acompañaran.
Damion llego
al primer punto de encuentro. Los vampiros al ver lo ensangrentado y sin el
botín le preguntaron qué había pasado. Damion se limitó a decir que la misión
había fracasado. Ordeno la retirada. Lo mismo pasó en el segundo y tercer punto
de encuentro. El plan era crear dos distracciones en la ciudad para hacer salir
a la Reina, con el incendio bastaba pero si no veía un ataque de vampiro la
Reina no se movería. El Conde -quien conocía mejor el castillo- iría por la
princesa mientras la Reina estaba afuera distraída. Pero la Reina se tardó en
salir del castillo y vio al Conde llevarse a la princesa. Los vampiro que
estaban en el centro de la ciudad se retiraron, unos se fueron al primer punto
de encuentro, en el camino se encontraron con el Conde y este le dio a la
princesa para que se fueran al punto de encuentro mientras él distraía a la
Reina. Pero la Reina los encontró, y mato a los cinco vampiros, el Conde se le
enfrento y estaba a punto de ganarle cuando un gran grupo de guardias llegaron,
no dejándole más opción que huir. Esa fue la historia que se le dijo al clan.
Entre el río
y la montaña escarpada se escondían tres mansiones abandonadas, apartadas de la
vista de cualquier explorador por los grandes pinos que las rodeaban. En
tiempos ancestrales fueron las viviendas de los primeros hombres en el valle
helado, su ubicación les permitió esconderse de las criaturas voraces del
bosque de la muerte. Pasaran décadas antes de que se fueran a la profundidad
del valle helado, donde descubrieron que las extrañas criaturas nunca iba. En
la actualidad las mansiones son el refugio del clan vampiro.
Damion se
paseaba por los corredores con la cabeza baja y el rostro perturbado. Desde que
llegaron a la base -que era como llamaban a la mansión donde se quedaba el
Conde- no se hacia otra cosa que hablar sobre el fracaso del secuestro de la
princesa. Aunque un poco de alegría paso por los vampiro al saber que el
incendio cobro dos vidas y que en la batalla del centro de la ciudad ellos eran
mayoría, pero que la retirada ya estaba programada. Damion se detuvo frente a
un antiguo cuadro de los fundadores del reina Helado, dos hombres de semblante
severo, uno de cabello negro y el otro de cabello rubio. Al pie del cuadro, en
un rectángulo de plata, estaba escrito Los Fundadores Suf Black y Azu Linght.
Al ver los
rostros de los fundadores Damion comprendió que la determinación que ellos
mostraban fue heredada por la Reina. La comisura de su labio se elevó. Era más
que evidente -según el Conde- que la Reina le iba a seguir el rastro. Mando a
que se veían una mujer con el cabello blanco por el perímetro no le hicieran
nada, que se mantuvieran fuera de su vista y que solo la vigilada.
El Conde se retiró
a su despacho esperando la visita de la Reina. Que ella encontrara el escondite
no sería malo, al contrario, ella caería en la trampa del Conde, y eso era lo
que él deseaba. Cerró la puerta y se
sentó en el gran sillón de cuero negro detrás del escritorio. Empezó a
recapitular y trazar en su cabeza los sucesos del día y como contraatacar otro
movimiento de la Reina; que para él era bendecida por el mismo Dios. La suerte,
porque no quería darle otro nombre, estaba siempre de su lado arruinando así
los planes del Conde.
Tanto lo
absorbió su pensamiento que no se dio cuenta cuando la temperatura bajo, y la
dulce hoja de la espada de plata beso su cuello descubierto. Él se quedó quieto
como una estatua mientras Sure acercaba sus labios rojos al oído de él.
-No hagas
ruido.- susurro.- o tu cabeza conocerá que es el suelo.
-MyLady, te
esperaba.- ronroneo Damion.
Sure frunció
el ceño. No tenía tiempo para la coquetería de él. Empuño más el mango de la
espada, el Conde vio una tabla suelta en el piso y rápidamente la presiono
levantando el extremo contrario donde se encontraba un perchero, este se vino
abajo. El alboroto distrajo a Sure por
un momento, suficiente para que Damion la tomara de las manos y la lanzara por
encima de su hombre al escritorio; se sentó en su pecho apretando con fuera sus
piernas a su costado y aumentando el agarre de sus manos. La espada de plata
cayo lejos con un replique. Sure trato de liberarse en vano.
Toc, toc.
Sonó la puerta del despacho. Sure miro pálida a la puerta cerrada y luego al
vampiro. Damion trato de suprimir una sonrisa. Sin quitarle la mirada a Sure
hablo al recién llegado.
-¿Quién es?
-Disculpe la
interrupción mi señor. Solo era para informarle que aún no habido avistamiento
de una mujer con cabello blanco por los perímetros.
Sure no se
movió, permanencia inmóvil bajo el cuerpo de Damion haciendo preguntarse al último
si respiraba. El momento se prolongó y el Conde no apartaba ni un solo momento
la mirada de Sure. El vampiro al otro lado de la puerta volvió a llamar. Damion
despego poco a poco los labios.
-Entiendo.
Seguid manteniéndome al tanto.
El vampiro
asistió y se marchó. El ambiente en el despacho fue invadido por un silencia
mordaz. Hasta que Sure rompió el silencio.
-Realmente
no te entiendo.
Damion elevo
una ceja.
-¿A qué
viene eso?
-En un
momento tratas de lastimarme al siguiente me salvas ¿Sufres acaso de algún
trastorno de la mente?
-Solo cuando
estoy a tu lado.-Sonrío.- Te voy a ser sincero MyLady, no he dicho que estas
aquí, aun, porque quiero hacerte unas preguntas primero. Colabora y tal vez
piense en dejarte libre.
-Eres más
ingenuo de lo que pensé. Pero aceptare tu propuesta, solo si responde a mis
preguntas.
-No está en
posición de plantear condiciones, MyLady.
-Claro que
si, si no quieres matadme de una buena vez y acabemos con este teatro de
cuarta.
Damion la
evaluó por un momento. No era bueno subestimarla, otra vez, pero debería
mostrar que confiaba en ella, por lo menos ahora.
-Estas son
las reglas. Número uno, nada de tratar de matar al otro. Número dos, no hacer
un escándalo. Y número tres, debes obedecer todo lo que yo diga si quieres
permanecer viva.
-Por mi
parte está bien.
Sure espero
salir de sus ataduras, pero no paso, vio con una ceja levantada al vampiro
exigiendo una respuesta. El Conde se encogió de hombros. No tenía intenciones
de soltarla. Recordó la cadena que retuvieron al vampiro convaleciente en la
habitación oculta. Suspiro al pensar que no la liberaba por eso.
-Bueno.-Comenzó
a decir Damion.- ¿Por qué usted...?
-¿Quién fue
el que sugirió el secuestro de la princesa?.- Lo interrumpió Sure.
El Conde se
debatía por ignorarla o responder una mentira. Suspiro.
-Ya se lo
dije en aquella ocasión. Ella fue la que me saco de su cuarto, y me pidió que
la rescatara de ese lugar, que la llevara conmigo. Eso fue lo que hice.
-Mientes.
Ella no tiene razón para hacer eso.- Le debatió la Reina.
-Ella me
hablo de su compromiso. Ella no se quiere casar.
-Ella no está
comprometida Sanguijuela mentirosa.
-Aun.- Le
recordó Damion con ironía.- Eso no es lo que quiere. Pero tú sigues empeñada de
que se comprometa. Antes me habías dicho que era para sacarla de la guerra ¿A qué
te referías con eso?
Sure lo miro
fijamente. Damion pudo ver un brillo fugaz en ellos antes de que se volviera
oscura su mirada. Se preguntó que le ocultaba la Reina. Solo le había
preguntado lo más fácil, tal vez él estaba equivocado de la acciones de la
Reina, tal vez lo más lo más vistoso solo significaba un momento de ira e
impulso, mientras que lo trivial o superficial era parte de un conjunto de
maniobras que formaban algo realmente peligroso. No, un simple compromiso no
podía tener una gran repercusión.
-Si se
comprometiera con alguna de las familias que he seleccionado.- Dijo Sure
después de una larga pausa.- será protegida por ellas pase lo que pase. Ella no
sería prisionera de guerra, trofeo o cadáver. Ella viviría.
-Hablas como
si no fueras a ganar esta guerra.
-No. No
pienso perder la guerra, dejare hasta la última gota de mi sangre en ella para
obtener la victoria absoluta.- Los ojos fríos de Sure se encendieron al hablar,
dando la impresión de ser de fuego azul.- pero la sangre de mis hermanos nadie
la tocara.